jueves, noviembre 30, 2006

Víctor Valera Mora (Venezuela)










Comienzo

La lucha de clases. Los grandes monopolios imperialistas.
Los malditos muñones de la generación del 28
que tanto daño nos han hecho.
El policía del parque, los enamorados están
en la posibilidad de iniciar el terrorismo.
El recuerdo desde la llanura, el caballo
llorando sangre recomenzada. Triste cuestión.
Este asunto de llevar una guitarra bajo el brazo.
La libertad de morirse de hambre doblemente.
Aquiles el escudero de la ternura
últimamente se ha dado muy duro en el alma.
Esto nos obliga a hablar
el más terrible de los lenguajes.
Hacer de la poesía un fusil airado, implacable
hasta la hermosura.
No hay otra alternativa,
la caída de un combatiente popular
es más dolorosa que el derrumbamiento
de todas las imágenes.
Cuando el pueblo tome el poder, veremos qué hacer,
mientras tanto sigamos en lo nuestro.


Nuestro oficio

Por este empecinamiento del corazón
en hacerse horizonte por completo:
nosotros, que hemos participado
en los grandes acontecimientos históricos,
que hemos ayudado en lo construido
aún con un poco de tristeza,
digamos, casi mucha.
Guardamos
toda nuestra radiante alegría
para lo que construiremos
cuando el pueblo llegue.

Podemos caer abatidos
por las balas más crueles
y siempre tenemos sucesor:
el niño que estremece las hambres consteladas
agitando feroz su primer verso.
O el otro, el de la disyuntiva,
que no sabe si hacerse flechero de nubes
o escudero del viento.

Jamás la canción tuvo punto final.
Siempre deja una brecha, una rendija,
algo así, como un hilito que sale,
donde el poema venidero pueda
ir halando, ir halando, ir halando,
halando hasta el mañana.

Nosotros los poetas del pueblo,
cantamos por mil años y más...


Amanecí de bala

Amanecí de bala
amanecí bien magníficamente bien todo arisco
hoy no cambio un segundo de mi vida por una bandera roja
mi vida toda la cambiaría por la cabellera de esa mujer
alta y rubia cuando vaya a la Falcultad de Farmacia se lo diré
seguro que se lo diré asunto mío amanecer así
esta mañana cuando abrí las puertas con la primera ráfaga
alborotando tumbando todo entraron a mis pulmones
los otros poetas de la Pandilla de Lautréamont
grandes señores tolerados a duras penas por sus mujeres
al más frenético le pregunto por su libro vagancia city
como me gusta complicar a mis amigos los vivo nombrando
el diablo no me llevará a mí solo
ella antiguamente se llamaba Frida y estaba residenciada en Baviera
en una casa de grandes rocas levantadas por su amante vikingo
sus locuras en el mar de los sargazos
hay sol hasta la madrugada y creo que jamás moriré
sin embargo deseo que este día me sobreviva
soy desmesurado o excesivo y no doy consejos a nadie
pero hoy veo más claro que nunca y quiero que los demás participen
hermoso día me enalteces desenfrenada alegría
no tengo comercio con la muerte no le temo
llevo en la sangre la vida de cada día soy de este mundo
bueno como un niño implacable como un niño
guardo una fidelidad de hierro a los sueños de mi infancia
en este punto soy socrático él y yo elevamos volantines
restituimos la edad de oro el "qué habrá" al final del arco suspendido
ahora mismo se está mudando un río
hoy una morena de belleza agresiva me dijo pero si estás lindo
entonces yo le dije acaso no sucede cada dos mil años pierdo el hilo
día de advenimiento de locos combates de amor a altas temperaturas
desnudos nos hundimos en las agua del mismo río

Hasta cuándo

Hasta cuándo seguir gritando a esa gente
que el rey y la reina yacen bajo tierra
Hasta cuándo seguir gritando que no cedo en hipoteca mis sueños
Hasta cuándo seguir gritando que soy incorregible
Hasta cuándo seguir gritando que no reniego de mis actos
Hasta cuándo seguir gritando que nada de lo que tengo
está en venta ni quiero que ningún imbécil corte la soga
Hasta cuándo seguir gritando que no cumplo mis deberes en la tormenta
Hasta cuándo seguir gritando que no exijo futuro
Hasta cuándo seguir gritando a esta gente que me son despreciables
Hasta cuando seguir gritando que estoy
con los que no tienen la razón porque la tienen a mares llenos
Hasta cuándo seguir gritando que jamás abandonaré mi capa de insurgente
Hasta cuándo si desde siempre mis cartas están sobre la mesa
(1967)

Oficio puro

Cómo camina una mujer que recién ha hecho el amor
En qué piensa una mujer que recién ha hecho el amor
Cómo ve el rostro de los demás y los demás cómo ven el rostro de ella
De qué color es la piel de una mujer que recién ha hecho el amor
De qué modo se sienta una mujer que recién ha hecho el amor
Saludará a sus amistades
Pensará que en otros países está nevando
Encenderá y consumirá un cigarrillo
Desnuda en el baño dará vuelta
a la llave del agua fría o del agua caliente
Dará vuelta a las dos a la vez
Cómo se arrodilla una mujer que recién ha hecho el amor
Soñará que la felicidad es un viaje por barco
Regresará a la niñez o más allá de la niñez
Cruzará ríos montañas y llanuras noches domésticas


Dormirá con el sol sobre los ojos
Amanecerá triste alegre vertiginosa
Bello cuerpo de mujer
que no fue dócil ni amable ni sabio

(Amanecí de Bala, 1971)

Canción del soldado justo

A los montes me voy, me voy completo
y espero regresar de igual manera
Si me cortan las piernas y las manos
asiré el caminar con los anhelos
Si me arrancan los ojos y la lengua
nueva guitarra agitará banderas
Si me quitan la tierra donde piso,
yo vengo desde un río de asperezas
que antes me llevó y ahora me lleva
Si me tapan los oídos con que oigo
a mis hermanos pálidos y hambrientos,
hablaré seriamente con el aire
para que se abra paso hasta los sesos
Y si una bala loca se enamora
de mis sienes violentas,
yo seguiré pensando con los huesos
Me voy a despeñar sobre los crueles
que han hecho de la patria un agujero
y si no asiste el pecho a la camisa
y me matan de muerte sin lucero,
esperadme, os lo pido caminando,
que yo regresaré como los pueblos
cantando y más cantando y más cantando.


Para los que meten miedo
con el zamuro atómico

Para los que meten miedo con el zamuro atómico
recordándonos que las luchas de liberación
pueden provocar una espantosa catástrofe
yo les digo he aquí mis bienes terrenales
tres litros de aire de capacidad pulmonar
medio siglo de burocratismo soviético
y dos mil años de crímenes sucesivos
entonces no tengo mucho que perder
señores de la guerra por mi parte
pueden ir apretando los botones

Víctor -El Chino- Valera Mora
(Valera, 1935 - Caracas, 1984)

"Hace setenta años, este 20 de septiembre, vino al mundo Víctor Valera Mora (1935-1984), uno de los más singulares poetas venezolanos y uno de los más desenfadados que haya producido la lengua. Mejor conocido como El Chino Valera Mora, su obra, poco celebrada fuera de su país, es no obstante una de las referencias más reveladoras de los rumbos que tomó la poesía, escrita en español, durante los furiosos años sesentas, cuando en la península toda renovación poética parecía venir de la mano de la frivolidad y un aparente neoculteranismo, y en América sucumbieron tanto las fórmulas meramente agitacionales y de propaganda y aquellas que alienadas por los facilismos de la escritura automática, quisieron hacer pasar por liebre lo que apenas era gazapo. Valera Mora es el mejor exponente de ese período de esperanzas en la lucha contra las opresiones sociales y la búsqueda de nuevos sentidos para la vida, como quisieron los jóvenes que marcharon por las avenidas de las grandes ciudades aquel 1968, el año de la revolución". (...)
Harold Alvarado Tenorio

martes, noviembre 21, 2006

Jorge Carrera Andrade (Ecuador)








El Hombre del Ecuador bajo la Torre Eiffel

Te vuelves vegetal a la orilla del tiempo
Con tu copa de cielo redondo
y abierta por los túneles del tráfico,
eres la ceiba máxima del Globo.

Suben los ojos pintores
por tu escalera de tijera hasta el azul.

Alargas sobre una tropa de tejados
tu cuello de llama del Perú.

Arropada en los pliegues de los vientos,
con tu peineta de constelaciones,
te asomas al circo
de los horizontes.

Mástil de una aventura sobre el tiempo.
Orgullo de quinientos treinta codos.

Pértiga de la tienda que han alzado los hombres
en una esquina de la historia.
Con sus luces gaseosas
copia la vía láctea tu dibujo en la noche.

Primera letra de un Abecedario cósmico,
apuntada en la dirección del cielo;
esperanza parada en zancos;
glorificación del esqueleto.

Hierro para marcar el rebaño de nubes
o mudo centinela de la edad industrial.
La marea del cielo
mina en silencio tu pilar.

(De Boletines de mar y tierra)


Versión de la Tierra

Bienvenido, nuevo día:
Los colores, las formas
vuelven al taller de la retina.

He aquí el vasto mundo
con su envoltura de maravilla:
La virilidad del árbol.
La condescendencia de la brisa.
El mecanismo de la rosa.
La arquitectura de la espiga.

Su vello verde la tierra
sin cesar cría.

La savia, invisible constructora,
en andamios de aire edifica
y sube los peldaños de la luz
en volúmenes verdes convertida.

El río agrimensor hace
el inventario de la campiña.
Sus lomos oscuros lava en el cielo
la orografía.
He aquí el mundo de pilares vegetales
y de rutas líquidas,
de mecanismos y arquitecturas
que un soplo misterioso anima.
Luego, las formas y los colores amaestrados,
el aire y la luz viva
sumados en la Obra del hombre,
vertical en el día.

Historia contemporánea

Desde las seis está despierto el humo
que no cesa de señalar con su brazo la dirección del viento.
Los bancos conservan el sueño congelado de los vagabundos
y las vidrieras de los restaurantes aprisionan la calle
y la venden entre sus frutas, botellas y mariscos.
Un pájaro nuevo silba en las poleas
y en los andamios que cuelgan su columpio de los hombros de los edificios.
Los chicos suman panes y luceros en sus pizarras de luto
y los automóviles corren sin saber
que una piedra espera en una curva la señal del destino.

Ametralladora de palabras,
la máquina de escribir dispara contra el centinela invisible de la campanilla.
Los yunques fragmentan un sueño sonoro de herraduras
y las máquinas de coser aceleran su taquicardia de solteronas
entre el oleaje giratorio de las telas.

La tarde conduce un fardo de sol en un tranvía.

Obreros desocupados ven el cielo como una cesta de manzanas.
Regimientos de frío
dispersan los grupos de vagabundos y mendigos.

El vendedor de pescado, los voceadores de periódicos
y el hombre que muele el cielo en su organillo
se dan la mano a la hora de la cena
en las cloacas y bajo la axila de los puentes
donde juegan al jardín los desperdicios
y sacan la lengua las latas de conserva.
Sus sombras crecen más allá de los tejados puntiagudos
y van cubriendo la ciudad, los caminos y los campos próximos
hasta ahogar en su pecho el relieve del mundo.

(De El tiempo manual)


El objeto y su sombra

Arquitectura fiel del mundo.
Realidad, más cabal que el sueño.

La abstracción muere en un segundo:
sólo basta un fruncir del ceño.

Las cosas. O sea la vida.
Todo el universo es presencia.
La sombra al objeto adherida
¿acaso transforma su esencia?

Limpiad el mundo —ésta es la clave—
de fantasmas del pensamiento.
Que el ojo apareje su nave
para un nuevo descubrimiento.

(De Noticias del cielo)

Biografía para uso de los pájaros

Nací en el siglo de la defunción de la rosa
cuando el motor ya había ahuyentado a los ángeles.
Quito veía andar la última diligencia
y a su paso corrían en buen orden los árboles,
las cercas y las casas de las nuevas parroquias,
en el umbral del campo
donde las lentas vacas rumiaban el silencio
y el viento espoleaba sus ligeros caballos.

Mi madre, revestida de poniente,
guardó su juventud en una honda guitarra
y sólo algunas tardes la mostraba a sus hijos
envuelta entre la música, la luz y las palabras.
Yo amaba la hidrografía de la lluvia,
las amarillas pulgas del manzano
y los sapos que hacían sonar dos o tres veces
su gordo cascabel de palo.

Sin cesar maniobraba la gran vela del aire.
Era la cordillera un litoral del cielo.
La tempestad venía, y al batir del tambor
cargaban sus mojados regimientos;
mas, luego el sol con sus patrullas de oro
restauraba la paz agraria y transparente.
Yo veía a los hombres abrazar !a cebada,
sumergirse en el cielo unos jinetes
y bajar a la costa olorosa de mangos
los vagones cargados de mugidores bueyes.

El valle estaba allá con sus haciendas
donde prendía el alba su reguero de gallos
y al oeste la tierra donde ondeaba la caña
de azúcar su pacífico banderín, y el cacao
guardaba en un estuche su fortuna secreta,
y ceñían, la pina su coraza de olor,
la banana desnuda su túnica de seda.

Todo ha pasado ya, en sucesivo oleaje,
como las vanas cifras de la espuma.
Los años van sin prisa enredando sus líquenes
y el recuerdo es apenas un nenúfar
que asoma entre dos aguas
su rostro de ahogado.
La guitarra es tan sólo ataúd de canciones
y se lamenta herido en la cabeza el gallo.
Han emigrado todos los ángeles terrestres,
hasta el ángel moreno del cacao.

(De Biografía para uso de los pájaros)


Jorge Carrera Andrade. Nació en Quito en el año 1903. Hizo estudios de Derecho. Desde el colegio descubrió su excepcional aptitud para la poesía. Con dos jóvenes compañeros, Gonzalo Escudero y Augusto Arias, formó el grupo literario "La Idea". Viajó a Europa, donde asistió a cursos libres en algunas universidades. Residió por algún tiempo en Francia, España, Inglaterra y Alemania.
Algunos de sus libros son: Estanque inefable, 1922; La guirnalda del silencio, 1926; Boletines de mar y de tierra, con prólogo de Gabriela Mistral, 1930; El tiempo manual, 1935; Biografía para uso de los pájaros,1937; Microgramas,1940; Mirador terrestre; Lugar de origen,1945; El visitante de la niebla y otros poemas,1947; Familia de la noche, 1953.
Ha publicado varias antologías personales, de las que son las más completas: Registro del mundo,1939; Edades poéticas,1958. De sus traducciones del francés se destacan: Antología poética de Pierre Reverdy, 1940; Cementerio marino y otros poemas de Paúl Valery, 1945; Poesía francesa contemporánea, 1951.
Los críticos coinciden en su descomunal potencia metafórica. Todos sus poemas son una ininterrumpida sucesión de metáforas e imágenes logradas certeramente por esa misteriosa alquimia de la sensibilidad que es consustancial a los grandes poetas. Sorprende la unidad en su poesía. Recibió el Premio Nacional de Cultura "Eugenio Espejo" en 1977. Jorge Carrera Andrade, falleció a los 75 años de edad, dejando una herencia lírica de gran profundidad humana y estética, contenida en cerca de 30 libros; murió en Quito el 7 de noviembre de 1978.

martes, noviembre 14, 2006

Paulina Vinderman (Argentina)




















De: El muelle (Alción Editora, 2003)

El muelle

Habrá un sueño para seguir, en un paisaje carbonizado.
...
Habrá pequeñas anotaciones en los bordes de las hojas
como si la vida interfiriera,
...
como si la memoria recortara en papel glacé
las indecisiones, la epopeya privada.

IV

Este verano se parece a un pueblo todavía humeante
después de un bombardeo.
Del otro lado del río, en la bruma, un bote
está listo para llevarme a la frontera.
Si la metáfora suena dramática, es para proteger
esta ausencia sin brillo, el riesgo de una soledad en sordina
y a repetición.
Las heroínas no huyen del calor
ni de los muñecos quemados entre los escombros.
Hay que llegar (del otro lado), y escribir.
Y escribir es despojarme página por página
de un nombre anotado demasiada vida.
Amo este balanceo en la nada,
los recuerdos como linternas en la noche
que atraen a los animales y los alejan de sus cuevas.
Mi cueva es este verano inmóvil, metafísico,
casi irreverente.
¿Hay alguien ahí?
No es fácil de entender tanta certeza, duele el mundo
y yo soy el mundo.
Un galpón atestado de maniquíes de vidrio
para verles, de lejos y cerca, los hilos de la repetición.



VII

Emerjo esta tarde de la ilusión como del fondo de un cuadro.
¿Porqué la oscuridad de las frases es pantana
y al mismo tiempo remedio?
Hemos perdido la única historia que contar.
"Moriré junto a la palmera enferma", dije una vez
(y casi cumplo.)
¡Ah! Abandonarlo todo por una palabra insistente.
(por un objeto insistente)

Paisajes con barcos, manteles de boda,
pasajeros arrojando los billetes usados y las flores
marchitas, en lugares que nunca volveremos a ver.

Ojos audaces, se parecen a las piedras que caen
en las aguas tranquilas de un pueblo cargado de sombras.

"Buenas noches, dulce príncipe", hemos perdido.
La herida de la felicidad cicatrizó, las ausencias brillan
como diamantes en el aire sucio
y las mañanas llenan de una violencia agotada
el lugar del fervor.

Hemos perdido,
y lo perdido tiene forma de viaje empecinado,
triste desde el comienzo, ambiguo hasta la agonía,
hasta el sueño.

Por favor noche, cuando llegues, termina mi sueño.

Nada llegaré a saber salvo la forma de ese sueño:
su centro marcado como un blanco en el cartón.


Fundaciones

Pasa por un pueblo apartado
y se mezcla sin querer en su fiesta principal.
Entre calabazas pintadas y papel serpentina
todos entonan la canción del fundador.
"Podría quedarme, porqué no, para siempre",
miente a conciencia
y cuelga sus ojos del trompetista de la banda.
(pero ¿durante cuánto tiempo puede mentir?)

"Éste es el mundo:
una raíz oscura, la canción de un lugar".
Y el mundo le devuelve un fragmento de canción
para vivir.
Un gesto de despedida como emblema.

El cielo parece hundirse en el camino
y tocar la intemperie con la suavidad de un pincel.

Detrás quedan los galpones de zinc,
las maderas del artesano frente al árbol de guayaba.
Las casa bajas junto al río.
La belleza urgente de una danza inacabada.



De: Bulgaria (Libros de Alejandría, 1998);

El mundo en jaque

Su gata murió de vieja este verano
y el gomero se dejó secar, poco después, obstinado
en el balcón.
¿A quién contar esta historia de locos,
esta encomienda que llega en un caballo con
arneses de plata —cierto rencor en las comisuras—
con quién contar?
El aire está enfermo pero todos respiran,
ella queda morada por el esfuerzo, insomne para
siempre,
buscando la estrella de lata
con la cual vestía su vida en Navidad
para cambiarla por el dibujo de un barco en el Pacífico
o una palabra que resplandezca en la oscuridad
(y no lleve comillas.)


Cajitas chinas o su oscuridad

Lo que yo quería era su oscuridad,
como si esa llave de artificio
me llevara a buen puerto
(en el ropero una muñeca rota
y sobre la mesa las tacitas con flores,
no se ve bien pero saldremos al sol a mediodía)

Su oscuridad como promesa y por amor saber,
pero esa oscuridad era sólo miseria,
ausencia de fondo verdadero
en una vida sofocada por el miedo.

Escuché a mi piel crujir
y a mis pies desnudos sobre la madera.
"Para qué quiero héroes", me dije, una y otra vez
mientras me iba, con la cabeza puesta en
el cráter de un volcán:
un fuego ya extinguido y para siempre culpable
de lo que no puede amparar.


Cónsul honoraria

Te escribo desde la nada,
pequeña oscura funcionaria que ni siquiera ve el río.
La cúpula rota se refleja en los charcos
cuando llueve
y es el único sitio en que brilla el destierro,
la única moneda que parece de oro.

A la hora del café todos hablan de nada,
se espera una tormenta (que pueda desprender el esmalte
del aire) o la notificación de otro destino.
Me siento como un cónsul en mi propia ciudad:
un poema reseco debajo del informe, la mitad
de una carta, una invitación para la fiesta en el muelle.

Esa mujer con los ojos muy pintados debo ser yo,
la que saluda bajo la luz naranja
de los faroles de papel e imagina a una goleta
amarrada a unos pasos
y a su escritorio flotando en alta mar.
El viento es débil
y la humedad de las plantas el punto de impresión.

Una ciudad, otra ciudad, se inclinan sobre mi vida
con su historia (y no lloran la mía)
Nombres tan fuertes como árboles,
tienen razones para llegar al cielo e intentar
resistir al huracán (que también gime un nombre)

La vieja furia por no saber donde piso está presente
(como un clásico)
Una niebla que se levanta del agua y oculta
el horizonte.
Veo mis pies, veo el repliegue,
la noche que termina sin haber empezado,
un cuaderno de notas en los hospitales del mundo.
Una locura de cristal, acuartelada.


De: Escalera de incendio (ed. Último Reino, 1994)

Testimonio entre ríos

El dolor de los olvidos es una mirada, digo
y estiro mi mano hacia un barco. El olor
de los muelles es un lugar.
A veces llaman, mientras mi corazón está
ocupado en la turbidez de un río de frontera:
el modo en que se concentra
sobre la vendedora de la terminal de ómnibus
y le ahueca los ojos.
Me abro paso entre vasos de papel, voceros
de naranjas.
A todas horas escucho el trajín
de las calles que no son las avenidas
de la historia.
Desaparezco —y me olvidan—
usando un cielo incoloro por sombrilla.

El viento trae las noticias:
tarjetas empolvadas de invitación
que llegan irremediablemente tarde, informes
sobre lo que sucede en esta ciudad
que nunca mira las barcazas junto al río.
Mi vida es dada a la vida
(los rasgos de la cara disueltos en la lluvia
como los de un poblado tropical)
Me vacío
ante la resistencia del aire, con el
mismo gesto con que muchas mujeres se desnudan
ante una ventana imaginaria.

Y es casi un disparo en la noche
la forma que elige la seca penetración
de lo real:
un crimen sin testigos ni amarras, en la
opacidad de los días.


Escalera de incendio

Me asomo a la ventana como todas las tardes
para escribirte.
Este cielo es tan pálido que da miedo mirarlo
(y de los jacarandáes con el abuelo basta.)
Sé que estoy viva, es decir
camino calles y veo el trabajo del azar
en la arboleda.
Nada resplandece en los papeles que rondo,
el muchacho de la batería toca de seis a siete
mientras su madre visita amigas
con alguna receta para dejar de amar.
En todo caso la soledad es la que resplandece
y a veces la sequía,
quiero ver al infinito revolotear
en esa torpe batería:
una señal, una traición de una señal, la ficción
de una señal.
Nada es seguro, ya ni siquiera me desvelo
por una palabra para hacerte feliz.


De: Rojo junio. Ediciones Literatura Americana Reunida - LAR - (1988)

Prácticas de la percepción

Me gustan los árboles con capacidad
de otoño.
Que preparan sus hojas al marrón
y se renuncian.

Me gustan los seres que pueden
unirse en el invierno.
Ramas elásticas que retroceden
hacia el blanco.

Pero desconfía de la palabra apresurada.
Las violencias de las tormentas
no siempre insinúan la real rebelión
aunque amenacen las nubes desde dentro.
Y que ese hombre se pasee con camisa
amarilla
no significa que lleve el sol
en su corazón.


De: La mirada de los héroes. Botella al mar, 1982

La mirada de los héroes

Qué mirarán los héroes
cuando miran.
Escurrirán sus ojos a través de desiertos
y el polvo cubrirá
la ciudad que dejaron.
Ellos sabrán que el mar
pertenece a los otros.
Que jamás volverán a llorar
por el pájaro vencido.
Ellos verán el ojo cercano en el fusil
y caerán inmersos en una gota de sudor
en la mejilla del otro.
Estarán ausentes del Terror
sólo un segundo.
Pero abrazarán catedrales, serán héroes
por la sola imposibilidad
de dejar de ser ese hombre que se es.
Que sólo puede mirar a través de su destino
mientras soporta, entera,
la presión del Universo.


De: Los espejos y los puentes. Ediciones buenos aires sur, 1978

XVIII

Y de todas formas
sabemos que no hay alternativa.
Hay que perseguir esa sombra hasta el final.
Hasta que gane alguna de las dos.
En este cuarto donde deambulan las imágenes
y donde todo está prohibido
menos la terrible certeza
de que habremos de preocuparnos
por el desayuno a la mañana.
Mientras tanto los buitres devoran
lo que me falta saber para aferrarme a la soga
y decir que sirve para algo
esta caminata circular hacia el vacío.
Y si la pared es blanca,
yo pinto con los monstruos del alba
las huellas grises de una ciudad en miniatura
boqueando el hollín y el amor
a horcajadas de un poema.
Pero nadie me ayuda en el después.
Y a veces quisiera no dormir
para no despertarme.
Y a veces quisiera volver a nacer
en el alma inconclusa de una oruga.
Y a veces quisiera trepar
un árbol de silencio completado,
y a veces quisiera.


Paulina Vinderman. Nació en 1944 en Buenos Aires, ciudad donde reside.
Estudió Química e Historia del Arte en la Universidad de Buenos Aires.
Publicó los siguientes libros de poesía:
Los espejos y los puentes (ed. Buenos Aires Sur, 1978)
La otra ciudad (ed. Botella al Mar, 1980)
La mirada de los héroes (ed. Botella al Mar, 1982)
La balada de Cordelia (Fundación Argentina para la poesía, 1984)
Rojo junio (Literatura Americana Reunida, 1988)
Escalera de incendio (ed. Último Reino, 1994)
Bulgaria (Libros de Alejandría, 1998)
El muelle (Alción Editora, 2003)
Cónsul Honoraria - Summa poética (ed. Vincinguerra, 2003)
Transparencias (Antología) (ed. Arquitrave, Bogotá, 2005)

viernes, noviembre 03, 2006

José Lezama Lima (Cuba)












MUERTE DE NARCISO

Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo
envolviendo los labios que pasaban
entre labios y vuelos desligados.
La mano o el labio o el pájaro nevaban.
Era el círculo en nieve que se abría.
Mano era sin sangre la seda que borraba
la perfección que muere de rodillas
y en su celo se esconde y se divierte.

Vertical desde el mármol no miraba
la frente que se abría en loto húmedo.
En chillido sin fin se abría la floresta
al airado redoble en flecha y muerte.
¿No se apresura tal vez su fría mirada
sobre la garza real y el frío tan débil
del poniente, grito que ayuda la fuga
del dormir, llama fría y lengua alfilereada?

Rostro absoluto, firmeza mentida del espejo.
El espejo se olvida del sonido y de la noche
y su puerta al cambiante pontífice entreabre.
Máscara y río, grifo de los sueños.

Frío muerto y cabellera desterrada del aire
que la crea, del aire que le miente son
de vida arrastrada a la nube y a la abierta
boca negada en sangre que se mueve.

Ascendiendo en el pecho solo blanda,
olvidada por un aliento que olvida y desentraña.
Olvidado papel, fresco agujero al corazón
saltante se apresura y la sonrisa al caracol.
La mano que por el aire líneas impulsaba,
seca, sonrisas caminando por la nieve.
Ahora llevaba el oído al caracol, el caracol
enterrando firme oído en la seda del estanque.

Granizados toronjiles y ríos de velamen congelados,
aguardan la señal de una mustia hoja de oro,
alzada en espiral, sobre el otoño de aguas tan hirvientes.
Dócil rubí queda suspirando en su fuga ya ascendiendo.
Ya el otoño recorre las islas no cuidadas, guarnecidas
islas y aislada paloma muda entre dos hojas enterradas.
El río en la suma de sus ojos anunciaba
lo que pesa la luna en sus espaldas y el aliento que en halo convertía.

Antorchas como peces, flaco garzón trabaja noche y cielo,
arco y cestillo y sierpes encendidos, carámbano y lebrel.
Pluma morada, no mojada, pez mirándome, sepulcro.
Ecuestres faisanes ya no advierten mano sin eco, pulso desdoblado:
los dedos en inmóvil calendario y el hastío en su trono cejijunto.

Lenta se forma ola en la marmórea cavidad que mira
por espaldas que nunca me preguntan, en veneno
que nunca se pervierte y en su escudo ni potros ni faisanes.

Como se derrama la ausencia en la flecha que se aísla
y como la fresa respira hilando su cristal,
así el otoño en que su labio muere, así el granizo
en blando espejo destroza la mirada que le ciñe,
que le miente la pluma por los labios, laberinto y halago
le recorre junto a la fuente que humedece el sueño.
La ausencia, el espejo ya en el cabello que en la playa
extiende y al aislado cabello pregunta y se divierte.

Fronda leve vierte la ascensión que asume.
¿No es la curva corintia traición de confitados mira­beles,
que el espejo reúne o navega, ciego desterrado?
¿Ya se siente temblar el pájaro en mano terrenal?
Ya sólo cae el pájaro, la mano que la cárcel mueve,
los dioses hundidos entre la piedra, el carbunclo y la doncella.
Si la ausencia pregunta con la nieve desmayada,
forma en la pluma, no círculos que la pulpa abandona sumergida.

Triste recorre —curva ceñida en ceniciento airón—
el espacio que manos desalojan, timbre ausente
y avivado azafrán, tiernos redobles sus extremos.
Convocados se agitan los durmientes, fruncen las olas
batiendo en torno de ajedrez dormido, su insepulta tiara.
Su insepulta madera blanda el frío pico del hirviente cisne.

Reluce muelle: falsos diamantes; pluma cambiante: terso atlas.
Verdes chillidos: juegan las olas, blanda muerte el re­lámpago en sus venas.

Ahogadas cintas mudo el labio las ofrece.
Orientales cestillos cuelan agua de luna.
Los más dormidos son los que más se apresuran,
se entierran, pluma en el grito, silbo enmascarado, entre frentes y garfios.
Estirado mármol como un río que recurva o aprisiona
los labios destrozados, pero los ciegos no oscilan.
Espirales de heroicos tenores caen en el pecho de una paloma
y allí se agitan hasta relucir como flechas en su abrigo de noche.

Una flecha destaca, una espalda se ausenta.
Relámpago es violeta si alfiler en la nieve y terco rostro.
Tierra húmeda ascendiendo hasta el rostro, flecha ce­rrada.
Polvos de luna y húmeda tierra, el perfil desgajado en la nube que es espejo.
Frescas las valvas de la noche y limite airado de las conchas
en su cárcel sin sed se destacan los brazos,
no preguntan corales en estrías de abejas y en secretos
confusos despiertan recordando curvos brazos y en­gaste de la frente.

Desde ayer las preguntas se divierten o se cierran
al impulso de frutos polvorosos o de islas donde acam­pan
los tesoros que la rabia esparce, adula o reconviene.

Los donceles trabajan en las nueces y el surtidor de frente a su sonido
en la llama fabrica sus raíces y su mansión de gritos soterrados.
Si se aleja, recta abeja, el espejo destroza el río mudo.
Si se hunde, media sirena al fuego, las hilachas que surcan el invierno
tejen blanco cuerpo en preguntas de estatua polvorienta.

Cuerpo del sonido el enjambre que mudos pinos claman,
despertando el oleaje en lisas llamaradas y vuelos so­segados,
guiados por la paloma que sin ojos chilla,
que sin clavel la frente espejo es de ondas, no recuerdos.
Van reuniendo en ojos, hilando en el clavel no siempre ardido
el abismo de nieve alquitarada o gimiendo en el cielo apuntalado.
Los corceles si nieve o si cobre guiados por miradas la súplica
destilan o más firmes recurvan a la mudez primera ya sin cielo.

La nieve que en los sistros no penetra, arguye
en hojas, recta destroza vidrio en el oído,
nidos blancos, en su centro ya encienden tibios los corales,
huidos los donceles en sus ciervos de hastío, en sus bos­ques rosados.
Convierten si coral y doncel rizo las voces, nieve los caminos,
donde el cuerpo sonoro se mece con los pinos, delgado cabecea..

Mas esforzado pino, ya columna de humo tan aguado
que canario es su aguja y surtidor en viento desrizado.

Narciso, Narciso. Las astas del ciervo asesinado
son peces, son llamas, son flautas, son dedos mordis­queados.
Narciso, Narciso. Los cabellos guiando florentinos rep­tan perfiles,
labios sus rutas, llamas tristes las olas mordiendo sus caderas.
Pez del frío verde el aire en el espejo sin estrías, ra­cimo de palomas
ocultas en la garganta muerta: hija de la flecha y de los cisnes.
Garza divaga, concha en la ola, nube en el desgaire,
espuma colgaba de los ojos, gota marmórea y dulce plinto no ofreciendo.

Chillidos frutados en la nieve, el secreto en geranio convertido.
La blancura seda es ascendiendo en labio derramada,
abre un olvido en las islas, espada y pestañas vienen
a entregar el sueño, a rendir espejo en litoral de tierra y roca impura.
Húmedos labios no en la concha que busca recto hilo,
esclavos del perfil y del velamen secos el aire muerden
al tornasol que cambia su sonido en rubio tornasol de cal salada,
busca en lo rubio espejo de la muerte, concha del so­nido.

Si atraviesa el espejo hierven las aguas que agitan el oído.
Si se sienta en su borde o en su frente el centurión pulsa en su costado.
Si declama penetran en la mirada y se fruncen las letras en el sueño.
Ola de aire envuelve secreto albino, piel arponeada,
que coloreado espejo sombra es del recuerdo y minuto del silencio.
Ya traspasa blancura recto sinfín en llamas secas y hojas lloviznadas.
Chorro de abejas increadas muerden la estela, pídenle el costado.
Así el espejo averiguó callado, así Narciso en pleamar fugó sin alas.


José Lezama Lima, poeta, novelista y ensayista cubano. Nació en La Habana en 1910, muriendo en la misma ciudad en 1975. “La abundancia le da el mataforismo de filiación gongorina y la alegría de sus propias sorpresas naturales o librescas...”. En 1944 junto a José Rodríguez Feo funda la revista “Orígenes” cuyo sesgo programático, será la apertura, como quien trata de saciar la sed sabiendo que se encuentra ante aguas estancadas.
Algunas de sus obras son:
— Algunos tratados en La Habana.
— Confluencias, selección de ensayos.
— Oppiamo Licario –novela
— Paradiso –novela
— Poesía completa – La Habana, Instituto del Libro

jueves, octubre 26, 2006

Macedonio Fernández (Argentina)





















POEMA DE POESÍA DEL PENSAR

A Jorge Luis Borges, con devolu­ción de la Luna, este deterioro de astro­nomía o Astronomía de Enfrente. (*)

(*) El primer texto de Astronomía de Balcón, adición americana al vistoso juego de tópicos que subdividen la sublime Clasificación de las Cien­cias, se le envidia a Borges desde el título: Luna de Enfrente. Para estar agrádeciblemente donde aplauden arrímasele la presente aportación; péguesele glo­ria al escudero. Por lo que la Astronomía de Balcón, que es una sola, queda ya con dos textos. Ya está así anunciada una Astronomía Poca que alguna vez saldrá impresa y hasta extensa. Se habrá de reconocer entonces que de Astronomía Poca se sabe algo en nuestro país; contaremos con alguno aquí que vea más allá de su nariz, que astronomice.


intento de esta poemática

La máxima esperanza de Poesía es que el mundo (la Contingen­cia) sólo exista por consentimiento de la Conciencia en su naturaleza de amor, que como tal vive de lo idéntico y por ello aquiesce a ese modo de lo idéntico que es la regularidad, la uniformidad.
Lo que se ha llamado la "metafísica" de Poe es la metafísica que no pudo esperarse de un poeta, la de las moléculas; la me­tafísica del poeta es la naturaleza de la conciencia en su aptitud de recepción activa del acontecer o contingencia.
La poesía es cada acto de esa aceptación. ¿Por qué será que le place a la Conciencia ese consentimiento?
Mi intento presente es una poemática del pensar especulativo. Por ejemplo: nos preguntamos no qué inteligibilidad explica sino qué poesía justifica estos hechos:
—La Muerte, o sea la multiplicación de los mortales en lugar de la continuidad o persistencia de un Inmortal; lo ocioso, aparente de rehusar la inmortalidad y sustituirla por la multi­plicidad de muertes y nacimientos.
—La involuntariedad de la Voluntad; existimos por casualidad como sobrevivientes y sin embargo, somos la Voluntad; la Voluntad de Vivir existe por casualidad; ¿por qué la Vo­luntad de vivir ha creado la subsistencia de la especie, con fragilidad de los individuos por la inexorabilidad del mundo mecánico?
—Por qué hay Imágenes, por qué hay Memoria, por qué hay el Ensueño; ¿necesito, cuando sueño que estoy asustado, la imagen del asesino?; estoy asustado durmiendo, nada más; para qué el mundo, si no por eso voy a dejar de sentir odio, ternura, deseos.
—La invención del Pasado, que nos hace aparecer sobrevivientes, ridiculizados por una inmensidad de Nada anterior a nues­tro ser, como una espumita en una inmensa ola. ¿Por qué existió Grecia, que es una imagen, y no existen el trueno y la lluvia que tan netamente me represento y que sucede­rán el año que viene?
—La Crítica de lo Dado, que niega, rehusa admitir lo Dado, o sea el Mundo imponiéndose al espíritu.
—Por qué ligamos causalmente un campo de principio hedónico con un campo de principio longevístico: la psique y el cuer­po. La psique con esto pierde toda gracia de su ser que es el variar y acontecer sin causa.
Mi poemática del Pensar intentará la transcripción de lo que pasa en la conciencia en los momentos en que acepta emocionalmente un modo doloroso del darse real; pero la poesía está en cada uno de estos actos de consentimiento. Artista es el que transmite de algún modo esos momentos concien­cíales, describe, historia un momento de aceptación de la contingencia no antes querida por el alma.
Es pueril llamar "explicación" al aferramiento del hecho ante­rior a un hecho; "explicación" es hallar la justificación es­tética —es decir conforme con las apetencias del alma, de la conciencia— de cada uno de las aquiescencias del universo por el alma, bajo la hipótesis de la voluntariedad integral, de la Recepción Activa que antes de Max Scheler advirtió William James.
Todo el pensar construcciones o estructuras (materiales) para correlacionarlas y ponerlas una a una como contrafiguras de los hechos de conciencia (el mundo external como correlato de secuencias de lo sentido, de las series psicológicas), es un pensar impráctico, una invención libre, que no podría jus­tificarse sino como uno de los modos estéticos, no como un modo de conocimiento pasivo.
Esta persecución de componer, descubrir estructuras de lo mate­rial correlativas a los fenómenos morales parecería, así, casi una especie de necesidad estética de la conciencia, puesto que no es práctica, no es requerida para la acción intraconciencial; parecería un momento de aceptación de la contin­gencia o mundo por la conciencia o alma, como dije. Y esta aceptación constituye lo que yo llamaría poesía del pensar, ya que no se trata del pensar utilitario. El ejemplo funda­mental lo da la totalidad del cosmos, que es en grande lo que en el ensueño es la imaginería: ambas son pretextaciones que se da a sí la conciencia, porque si soñando siento miedo o viva alegría ¿para qué invento la imaginería de una agresión o incendio o de una fiesta? ¿Por qué no me con­tento con sentir miedo o alegría sin motivación conocida, sin imaginería? Los tigres que causan miedos y los miedos que causan tigres —Realidad, Ensueño— son dos parejos mo­dos de la Pretextación. ¿Y ésta para qué? No lo sé. Lipps quizá lo explica.
Lo mismo puede ser que hayamos inventado así al cosmos: como el total paisaje de las pretextaciones de la conciencia para su sentir.

Metafísica-estética de este poema a la Luna

Lo que estamos buscando es adivinar cómo nuestra conciencia dio aceptación a lo mecánico, cuándo, por qué ocurrió en esta conciencia que poseemos, que somos (y sin embargo sólo conocemos por Labor (*), no por mero ser nosotros ella); y sabiendo que la Luna era poema, era del alma, la dejó entrar a aparente sujeción, a deslizarse, a ascensos y descensos en un pentagrama de leyes.
¿Por qué aceptó la Conciencia que la Luna apareciera y desapareciera por su inserción fija en series fenomenales mecánicas? La conciencia pudo negarse, no sentirla ni verla, como a todo lo que no quiere que ocurra mecánicamente.
Después de cada una de esas aceptaciones, la conciencia se complace en una uniformidad, en una regularidad que confirma su identidad. Porque una de las apetencias de la conciencia es la identidad de lo que le es grato, la Luna; por ello concede la regularidad del fenomenismo lunar para que así la Luna sea siempre la Luna, porque sólo lo idéntico es amado, lo que pierde su identidad instante por instante nunca es amado; amor repugna a lo no idéntico.


(*) La de ordenación de los fenómenos psíquicos: los percibimos por tra­bajo de esfuerzo mental, no por el sentir cada uno de los elementos de la sucesión o del juego de simultaneidades; no nos vale llamar Objeto Inme­diato a la Psique si faltando el trabajo de atención indirecta lo ignoramos lo mismo que a los mediatos, desconocemos qué ha ocurrido en la psique, pro­lijamente, en sus detalles.

viernes, octubre 20, 2006

Carlos Drummond de Andrade (Brasil)











Carlos Drummond de Andrade

Poema de siete faces

Cuando nací, un ángel tuerto
de esos que viven en la sombra
dijo: Ve Carlos, a ser gauche en la vida.

Las casas espían a los hombres
que corren tras las mujeres.
La tarde tal vez fuese azul,
si no hubiera tantos deseos.

El tranvía pasa lleno de piernas:
piernas blancas negras amarillas.
Para qué tantas piernas, Dios mío, pregunta mi corazón.
Sin embargo mis ojos
no preguntan nada.

El hombre detrás del bigote
es serio, simple y fuerte.
Casi no conversa.
Tiene pocos, escasos amigos
el hombre detrás de los anteojos y del bigote.

Dios mío, por qué me abandonaste
si sabías que yo no era Dios
si sabías que yo era débil.

Mundo mundo vasto mundo,
si yo me llamase Raimundo
sería una rima, no sería una solución.
Mundo mundo vasto mundo
más vasto es mi corazón.

No te lo debía decir
pero esa luna
pero ese coñac
lo dejan a uno conmovido como el diablo.


En medio del camino

En medio del camino había una piedra
había una piedra en medio del camino
había una piedra
en medio del camino había una piedra.

Nunca me olvidaré de ese acontecimiento
en la vida de mis retinas tan fatigadas.
Nunca me olvidaré que en medio del camino
había una piedra
había una piedra en medio del camino
en medio del camino había una piedra.


El sobreviviente

Imposible componer un poema a esta altura de la evolución de la humanidad.
Imposible escribir un poema -ni siquiera una línea- de verdadera poesía.
El último trovador murió en 1914.
Tenía un nombre que nadie recuerda más.
Hay máquinas terriblemente complicadas para las necesidades más simples.
Si quieres fumar un cigarro aprieta un botón.
Los sacos se abotonan por electricidad.
El amor se hace por radio.
No es necesario el estómago para la digestión.

Un sabio declaró a "El Diario" que aún
falta mucho para que alcancemos un nivel
razonable de cultura. Pero hasta entonces,
felizmente, estaré muerto.

Los hombres no mejoraron
y se matan como piojos.
Los piojos heroicos renacen.
Inhabitable, el mundo está cada vez más habitado.
Y si los ojos reaprendieren a llorar sería un segundo diluvio.

(Me parece que escribí un poema).


Convite triste

Amigo mío, vamos a sufrir
vamos a beber, vamos a leer el diario,
vamos a decir que la vida es pésima,
amigo mío, vamos a sufrir.

Vamos a hacer un poema
o cualquier otra tontería.
Por ejemplo mirar una estrella
por mucho tiempo, mucho tiempo
y dar un hondo suspiro
o cualquier otra tontería.
Vamos a beber Whisky, vamos
a beber cerveza negra y barata
beber y gritar y morir,
o ¿quién sabe? tan sólo beber.

Vamos a insultar a la mujer
que está envenenando la vida
con sus ojos y sus manos
y el cuerpo que tiene dos senos
y también tiene un ombligo.
Amigo mío, vamos a insultar
el cuerpo y todo lo que es suyo
y que nunca será alma.

Amigo mío, vamos a cantar,
vamos a llorar despacito
y a escuchar mucha victrola,
después embriagados vamos
a beber otros secuestros
(la mirada obscena y la mano idiota)
después a vomitar y a caer
y dormir.


Procura de la poesía

No hagas versos sobre acontecimientos.
No hay creación ni muerte ante la poesía.
Frente a ella la vida es un solo estático,
no calienta ni ilumina.
Las afinidades, los aniversarios, los incidentes personales no cuentan.
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente, completo y confortable cuerpo, tan enemigo de la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu máscara de gozo o de dolor en lo oscuro
son indiferentes.
Ni me reveles tus sentimientos,
que se prevalecen del equívoco y tientan el largo viaje.
Lo que piensas o sientes, eso aún no es poesía.

No cantes a tu ciudad, déjala en paz.
El canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las casas.
No es la música oída de paso; rumor del mar en las calles junto a la línea de espuma.
El canto no es la naturaleza
ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nad significan.
La poesía (no extraigas poesía de las cosas)
elide sujeto y objeto.

No dramatices, no invoques,
no indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No te aborrezcas.
Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
vuestras mazurcas y supersticiones, vuestros esqueletos de familia,
desaparecen en la curva del tiempo, son inservibles.

No recompongas
tu sepultada y melancólica infancia.
No osciles entre el espejo y la
memoria en disipación.
Que se disipó, no era poesía.
Que se partió, cristal no era.

Penetra sordamente en el reino de las palabras.
Allá están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, mas no hay desesperación,
hay calma y frescura en la superficie intacta.
Helos allí solos y mudos, en estado de diccionario.
Convive con tus poemas, antes de escribirlos.
Ten paciencia, si oscuros. Calma, si te provocan.

Espera que cada uno se realice y consuma
con su poder de palabra
y su poder de silencio.
No fuerces al poema a desprenderse del limbo.
No recojas en el suelo el poema que se perdió.
No adules al poema. Acéptalo
como él aceptará su forma definitiva y concretada
en el espacio.

Acércate y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil faces secretas sobre la neutra faz
y te pregunta, sin interés por la respuesta,
pobre o terrible, que le des:
¿Trajiste la llave?

Repara:
yermas de melodía y de concepto,
ellas se refugian en la noche, las palabras.
Aún húmedas e impregnadas de sueño
rolan en un río difícil y se transforman en desprecio.

Todos los poemas son traducción de Manuel Graña Etcheverry. Revisada y aprobada por el autor. Editorial Losada. Buenos Aires, 1967.

Carlos Drummond de Andrade. Nació en Itabira (Estado de Minas de Gerais) en 1901. Considerado uno de los más importantes y originales poetas brasileños y latinoamericanos. Poeta de voz presente de América. Muere en el año 1987.

jueves, octubre 19, 2006

Xavier Villaurrutia (México)

Poesía

Eres la compañía con quien hablo
de pronto, a solas.
Te forman las palabras
que salen en silencio
y del tanque del sueño en que me ahogo
libre hasta despertar.

Tu mano metálica
endurece la prisa de mi mano
y conduce la pluma
que traza en el papel su litoral.

Tu voz, hoz de eco,
es el rebote de mi voz en el muro,
y en tu piel de espejo
me estoy mirando mirarme por mil Argos
por mí largos segundos.

Pero el menor ruido te ahuyenta
y te veo salir
por la puerta del libro
o por el atlas del techo,
por el tablero del piso,
o la página del espejo,
y me dejas
sin más pulso ni voz y sin más cara,
sin máscara como un hombre desnudo
en medio de una calle de miradas.

Nocturno en que nada se oye

En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen
sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento
en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
proque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nadie responde
porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse.

Nocturno amor

a Manuel Rodríguez Lozano

El que nada se oye en esta alberca de sombra
no sé cómo mis brazos no se hieren
en tu respiración sigo la angustia del crimen
y caes en la red que tiende el sueño
Guardas el nombre de tu cómplice en los ojos
pero encuentro tus párpados más duros que el silencio
y antes que compartirlo mataría el goce
de entregarte en el sueño con los ojos cerrados
sufro al sentir la dicha con que tu cuerpo busca
el cuerpo que te vence más que el sueño
y comparo la fiebre de tus manos
con mis manos de hielo
y el temblor de tus sienes con mi pulso perdido
y el yeso de mis muslos con la piel de los tuyos
que la sombra corroe con su lepra incurable
Ya sé cuál es el sexo de tu boca
y lo que guarda la avaricia de tu axila
y maldigo el rumor que inunda el laberinto de tu oreja
sobre la almohada de espuma
sobre la dura página de nieve
No la sangre que huyó de mí como del arco huye la flecha
sino la cólera circula por mis arterias
amarilla de incendio en mitad de la noche
y todas las palabras en la prisión de la boca
y una sed que en el agua del espejo
sacia su sed con una sed idéntica
De qué noche despierto a esta desnuda
noche larga y cruel noche que ya no es noche
junto a tu cuerpo más muerto que muerto
que no es tu cuerpo ya sino su hueco
porque la ausencia de tu sueño ha matado a la muerte
y es tan grande mi frío que con un calor nuevo
abre mis ojos donde la sombra es más dura
y más clara y más luz que la luz misma
y resucita en mí lo que no ha sido
y es un dolor inesperado y aún más frío y más fuego
no ser sino la estatua que despierta
en la alcoba de un mundo en el que todo ha muerto.

Xavier Villaurrutia. Nació en México, el 27 de marzo de 1903 y murió en la misma ciudad el 25 de diciembre de 1950. Dirigió, con Salvador Novo, la revista Ulises (1927-1928) y formó parte del grupo de la revista Contemporáneos (1928-1931). Como poeta evolucionó de una percepción simple de la poesía a concepciones en que la alucinación, el sentido de la noche, el tema de la muerte, habrían de ser temas de su poesía. La representación plástica de las emociones proporcionan uno de los aspectos definidos de su sensibilidad, particularmente en sus "nocturnos".

jueves, octubre 12, 2006

León de Greiff (Colombia)

León de Greiff

A los 13 panidas

Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa
dicen que soy poeta..., cuando no porque iluso
suelo rimar -en verso de contorno difuso-
mi viaje byroniano por las vegas del Zipa...,

tal un ventripotente agrómena de jipa
a quien por un capricho de su caletre obtuso
se le antoja, fingirse paraísos...! ¡al uso
de alucinado Poe que el alcohol destripa!,

de Baudelaire diabólico, de angelical Verlaine,
de Arthur Rimbaud malévolo, de sensorial Rubén,
y en fin... ¡hasta del Padre Víctor Hugo omniforme...!

¡Y tánta tierra inútil por escasez de músculos!
¡tánta industria novísima! ¡tánto almacén enorme...!
Pero es tan bello ver fugarse los crepúsculos...
(1916)

Balada de los Búhos estáticos
A mis hermanos los búhos
como una santa palabra,
como un confuso diseño,
esta balada macabra.
ENVÍO

I
La luna estaba lela
y los búhos decían la trova paralela!
La luna estaba lela,
lela,
en el lelo jardín del aquelarre.

Y los búhos decían su trova,
y arre, arre,
decían a su escoba
las brujas del aquelarre...

En el jardín los árboles eran rectos, retóricos,
las avenidas rectas, los estanques retóricos...
retóricos,
y en fila los búhos, rectos, retóricos, retóricos...

Y allí nada se vía irregular:
los bancales de forma regular
-cuadrados, cuadrados-
las regulares platabandas,
los árboles endomingados
geométricamente, conos dados...
todo perfecto, exacto, regular.

Y eran las sombras semejantes,
y los perfumes semejantes,
y los aromas semejantes,
y, en medio de todo, los búhos
decían idénticos dúos
semejantes,
los idénticos búhos!

Oh jardín de mis sueños neuróticos
donde ensueñan cerebros caóticos
ensoñares macabros, exóticos!

Y los búhos tejían la trova paralela,
y la luna estaba lela,
y en la avenida paralela
las brujas del aquelarre
torvas decían: ¡arre! ¡arre!
escoba, ¡escoba del aquelarre!

II
La luna estaba lela
y los búhos decían la trova paralela.
-El padre de los búhos era un búho sofista
que interrogó a los otros al modo modernista:
los búhos contestaron, contestaron la lista...-

Y eran seis bellos búhos plantados en la rala
copa de un chopo calvo. Y el pintor agita el ala
y al instante se inicia la trova paralela,
trova unánime y sorda, extraña cantinela
que coloquian los búhos ordenados en fila.

El búho más lejano su voz de flauta hila...
El que sigue canta como un piano de cola,
un otro es la trompeta, y entre la batahola
se acentúa el violín y todo el coro ulula
la macabra canción que el conjunto regula.

La luna sigue lela,
lela,
y sigue la trova paralela...

III
Ya se ha ido la luna.
Ya los búhos cesaron la trova inoportuna:
el jardín ha nacido con el alba radiosa;
el estanque palpita -nada, nada reposa.
Los niños triscan, triscan por el jardín florido,
y las aves ensayan su arrullo desde el nido!

Los estáticos búhos huyeron de la extraña
lumbre del sol que todo lo falsifica y daña.
Los estáticos búhos huyeron, y en su hueco,
-oculto entre las ramas del chopo calvo y seco-
aguardan el exilio del sol que adula y finge,
que ilusiona y que irisa, y aguardan que la esfinge
-la muda y desolada y la fría-, la luna,
se venga con la noche, se venga lela, lela,
para decir de nuevo la trova paralela!

A mis hermanos los búhos
como una santa palabra,
como un confuso diseño,
esta balada macabra.
ENVÍO
Año de 1914, Medellín, Colombia.


Balada de la fórmula definitiva y paradojal

A Tisaza y Jovica;
locos también

I
Necias disquisiciones de fastidiosa ética:
mi cabeza, la ilusa, anda muy mal de juicio...
(¡peor la flaca bolsa, de irónica aritmética...!)
Le pregunté a la Esfinge que tengo a mi servicio:
-oh, ¿cuál será la fórmula de virtud o de vicio,
que rija mis futuros?- y los abstrusos senos
musitaron unánimes, en tono profético:
todo no vale nada, si el resto vale menos...!

II
Eblís llévese entonces la ilusión que acaricio,
me dije, seducido por frase tan sintética;
acudí, sin embargo, a otro dios más propicio:
al Buda que reniega la física kinética...
Pendía de sus labios de palidez ascética
y preso oí del verbo los indecibles trenos,
la turbia paradoja de recia apologética:
todo no vale nada si el resto vale menos!

III
Pero no satisfecho de esa sentencia herética
(tan absurda a las fibras de mi amante edificio),
fui tras otras palabras de más suave fonética,
que curasen mi trágico padecer adventicio.
Ninguna, nó, ninguna, dio con el artificio
de ese bálsamo amable de perfumes amenos!
Todas fueron acordes cantando el epinicio:
todo no vale nada, si el resto vale menos!

ENVÍO
¿A cuál? ¿A quién?: ¡al cínico señor del Maleficio,
al misterioso búho de alma peripatética!
Singlaremos entonces con rumbo al precipicio,
con rumbo al precipicio y a la nada hipotética,
pero iremos impávidos, ecuánimes, serenos,
diciendo la parábola desdeñosa y estética:
todo no vale nada, si el resto vale menos!
(1918)

León de Greiff. Nació en Medellín el 22 de julio de 1895. En 1914 viaja a Bogotá y luego en 1915, funda en Medellín la Revista Panida. Miembro de la Comisión encargada de repatriar las cenizas del poeta colombiano Porfirio Barba Jacob. En 1964, el rey de Suecia le confiere la condecoración de la Estrella del Norte, en el grado de Caballero. En 1968 asiste al Congreso de la Cultura celebrado en La Habana (Cuba) y es jurado en el premio de Poesía del concurso Casa de las Américas. La Universidad del Valle le confiere el título académico de doctor Honoris Causa en Letras, en 1975. Muere en la madrugada del domingo 11 de junio, en Bogotá, en 1976.

"En una redada de policía que hubo en Bogotá en años pasados, cayó, entre otras muchas personas, León de Greiff, quien se hallaba departiendo con otros literatos y poetas alrededor de una de las mesillas del célebre "Café Automático". Conducidos en carros radiopatrullas a la Inspección de la calle cuarenta, allí fueron todos requisados, aligerados de los papeles que llevaban en los bolsillos, y provisionalmente mandados a los calabozos, mientras en las oficinas se examinaban con detenimiento aquellos papeles, en averiguación de posibles planes subversivos. Una vez terminada la minuciosa inspección, casi todos los detenidos fueron puestos en libertad. Pero León se quedó adentro, como sujeto a todas luces peligroso. El investigador había leído y releído los papeles del poeta, y como no entendiera una palabra, había exclamado con un lampo de triunfo en los ojos: "¡Esta es una clave secreta! ¡Aquí está la clave de los revolucionarios!".
Se trataba, desde luego, de algunos de los poemas manuscritos de León de Greiff; y no le faltaba completamente razón a aquel celoso servidor de la causa del orden. León de Greiff es, en el ámbito de la poesía... el inventor y guardián de la clave de una revolución..." Juan Lozano y Lozano.

jueves, septiembre 28, 2006

Alejandro Schmidt (Argentina)

Casa en la arena - La vida milagrosa -
Llegado así

De: "Casa en la arena"
ediciones Recovecos, Córdoba (Argentina), agosto de 2006

De la humana palabra

Para siempre. Oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos
Salmos 119.89

A veces se criaban las palabras
como apretados ramos
de aquello que
temprano
fue sentido

atada transparencia
el gozo
conocer

subir a un reino

antes del hueso
obra el alma
serena y ofrecida
a un dios
de lo mejor

pero
¿quién habita el palacio?
¿qué libro amó
su página secreta?

así la penitencia
puso al ser y a sus deseos
entre furtivos de vigilia

arrogante mueca del enigma
para el hombre, el tiempo
en la verdad, los himnos

y el árbol de la vida
ya sombra de vocablos
y todo así
hasta el silencio mismo


sólo de esta palabra

huye el ángel.


El que anda de día, no tropieza, porque
ve la luz de este mundo

Otra vez Jesús les habló diciendo: yo soy la luz del mundo;
el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida
Juan 8:12

La luz donde reza Katherina Emmerich
y esa luz donde reza Edith Stein
y esa claridad donde el gallo rompe tres veces
y la agria luz de Sobibor y Jajdaneck

todos los muertos volverán
los ojos astillados de penumbra
puedo
buscar la presencia del Señor
cerrar
las tumbas del Deseo y al fin en libertad o más
en servidumbres
¿quién nacerá después en otra oscuridad?

sólo esto amé
humildad
ocapamiento
y una palabra necesaria

salmos
ríos de agua viva
¿desde cuándo
sobre
qué estepa de la sinrazón?
esa luz que llega a mis zapatos como un trompo de
nieve
da el camino.

De: "La vida milagrosa"
ediciones Recovecos, Córdoba (Argentina), agosto de 2005

El predestinado

Con los dedos de punta
me tocó la poesía
me sacudió con repugnancia
y algo de curiosidad.

No digo que llegó a pesarme, medirme
a contarme los ojos
tampoco me abandonó en la calle
con un lápiz rojo y un baúl

¿qué se creerá?
tanta soberbia, todo el día de aquí para allá
con la boca tapada
si después de todo
no la invita nadie
ni llega a ningún lado

me alzó sobre el pozo del mundo
esa señora
y me soltó.


¿Y adónde fue?

Y ese animal que criabas
¿qué fue de él?

lo tenías en el ropero
enjoyado
listo, decías,
para morder

le dabas corazón por alimento
exigía sus coronas
bajo estrellas de cal subía al mundo

¿y adónde fue
y qué compró tu miedo ahora?

tu miedo de perder el empleo
tu miedo de perder la silueta, los zapatos
tu miedo de tu miedo

venden jaguares
gorilas
el perro de San Roque

la calle está repleta de billetes
y ¿cómo enfrentarás estos años
sin tu animal
que volaba y volaba
adentro de la ropa?

De: "Llegado así"
ediciones Recovecos, Córdoba (Argentina), agosto de 2005

Viento de aquí

El oro es seco
el pasto

los amores, los sueños
arden infatigables

presencia de la vaca y la balanza

sople también los hombres de este tiempo
niños de la mirada más blanca de la patria

las junturas de fierro
que parten la ciudad sople.

Traigan la tarde sobre el agua
y sobre ella un pájaro
y arriba
la delicadeza

y alcancen el río los plumerillos, hasta el corazón
de mi cuerpo
y hasta el corazón
del corazón

así podré beber la tierra secreta
de mi casa
en el viento.

Alejandro Schmidt nació en Villa María, Córdoba (Argentina), en 1955. Tiene publicados varios libros y plaquetas. Sus últimos libros de poesía son: Esquina del universo (2001); Oscuras ramas (2003); La vida milagrosa (2005); Llegado así (2005); Casa en la arena (2006).

jueves, septiembre 21, 2006

Jorge Gaitán Durán (Colombia)

Jorge Gaytán Durán

Si mañana despierto

De súbito respira uno mejor y el aire de la primavera
Llega al fondo. Mas sólo ha sido un plazo
Que el sufrimiento concede para que digamos la palabra.
He ganado un día; he tenido el tiempo
En mi boca como un vino.
Suelo buscarme
En la ciudad que pasa como un barco de locos por la noche.
Sólo encuentro un rostro: hombre viejo y sin dientes
A quien la dinastía, el poder, la riqueza, el genio,
Todo le han dado al cabo, salvo la muerte.
Es un enemigo más temible que Dios,
El sueño que puedo ser si mañana despierto
Y sé que vivo.
Mas de súbito el alba
Me cae entre las manos como una naranja roja.


Quiero

Quiero vivir los nombres
que el incendio del mundo ha dado
al cuerpo que los mortales, se disputan:
Roca, joya del ser, memoria, fasto.
Quiero tocar las palabras
con que en vano intenté hurtarte
al duelo de cada día,
estela donde habitaban los dioses,
hoy lisa, espacio para el gesto imposible
que en el mármol fije el alma que nos falta.
No quiero morir sin antes
haberte impuesto como una ciudad entre los hombres,
quiero que seas ante la muerte
el único poema que se escriba en la tierra.


Valle de Cucuta

Toco con mis labios el frutero del día,
pongo con las manos un halcón en el cielo.
Con los ojos levanto un incendio en el cerro.
La querencia del sol me devuelve la vida
La verdad es el valle. El azul es azul.
El árbol colorado es la tierra caliente.
Ninguna cosa tiene simulacro ni duda.

Aquí aprendí a vivir con el vuelo y el río.


Fuente en Cucuta

El rumor de la fuente bajo el cielo
habla con la infancia.
Alrededor
todo convida a la tórrida calma
de la casa: el mismo patio blanco
entre los árboles, la misma siesta
con la oculta cigarra de los días.

Nubes que no veía desde entonces
como la muerte pasan por el agua.

_________________
Jorge Gaytán Duran. Nació en Pamplona, norte de Santander, Colombia, el 12 de febrero de 1925. Realizó los estudios de Derecho en la Universidad Javeriana, regenteada por los jesuitas, y participó, al lado de Jorge Zalamea, en la toma de la Radiodifusora Nacional de Colombia, durante los sucesos del Bogotazo, el 9 de abril de 1948. Vivió en París desde 1950 a 1954, asistiendo a los cursos de filosofía de Merleau-Ponty. A su regreso a Colombia funda la revista MITO y se vincula a varias universidades, como profesor de Humanidades. Traductor y editor, militante político. En todos los campos mantuvo una actitud beligerante e informada. En contra del infinito provincianismo de la vida intelectual colombiana, y de su mediocridad, "más letal que todas las tiranías", Gaytán Durán se esforzó por crear una atmósfera propicia a la reflexión. El 21 de junio de 1962, en un accidente de aviación ocurrido en Pointa-Pitre muere, seis meses después de haber publicado su mejor libro de poesía: Si mañana despierto.
La Obra literaria de Jorge Gaytán Durán fue editada por el Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, en su serie Biblioteca Básica Colombiana. Nº 6, 450 páginas, recopilada y prologada por Pedro Gómez Valderrama, 1975.

sábado, agosto 12, 2006

PERÚ: tres poetas, tres impulsos...

César Moro / Antonio Cisneros /
Mario Torres Molina
_________________________________________

César Moro

Renombre del amor

El amor dedica al amor
Los días sin lluvia
Y como corresponde los días bellos
Para el amor y sus preferencias
Al prestigio del más antiguo amor
A la lluvia de la palabra amor
Al único amor sin pesar sin dicha sin retorno
Al porvenir de los dementes
A los enterradores a los alegres compañeros de prisión
Al punzante al quemante recuerdo del tatuaje
A mi querida muerte
A quienes dudan todavía
A los tesoros de los ciegos
A las lágrimas
Al agua al viento al fuego al amor
A la esperanza de quien rompe su amor
Al tormento del fuego y del hielo
A los primeros hechos que señalarán la rebelión y la sangre
A las sábanas de los crímenes pasionales
A las hermosas sábanas de los suicidas
A la culata inesperadamente suave del revólver
A las partidas que soplan hasta el aire
A las desgarradoras mañanas de aquel a quien el amor rechaza
Al plomo de las balas
para quienes sigan indemnes mueran como perros envenenados
Al sufrir de los que despiertan
A las noches vacías
A mi vida perdida
A la pérdida sin pena sin retorno sin dicha de la vida
Para quienes aman y se encogen en su goce
Se alzan y lanzan las primeras maldiciones
Al huracán
A las mañanas más tristes que todo
Para mejor borrar mi nombre
Para sacudir el polvo y tornar en polvo
Para maldecir los instantes que se dicen felices
Para el reloj despertador cargado de pólvora
A las desnudas estatuas de la noche
Al mármol perdido
Por tener un lecho de mármol
Por carecer de tumba
A las señales de fuego del puñal
A los solos los únicos recuerdos sexuales
A la boca de piedra del amor
Al frío nocturno del agua
Para no comenzar de nuevo
Al más tierno amor

(Traducción del francés: Álvaro Mutis)
Fuente: Revista Amaru. Lima, marzo, 1969. Nº 9


Encuentro con César Moro
Después de cierta edad, muy escasa es la lectura que nos maravilla. Las coordenadas y abcisas de nuestras personales preferencias y necesidades van midiendo y ordenando nuestros encuentros con los libros y sus autores, cada uno de los cuales va cayendo en un casillero en donde le espera, seguramente, no poca compañía. Sin embargo, a veces, sucede el milagro. Tal fue para mí el encuentro con César Moro. Un "claro azar" y la generosa providencia de un amigo me pusieron el año pasado en contacto con las obras de Moro, sus tres tomos de poemas y su colección de ensayos. Aún persiste en mí el temblor interno de una inagotable maravilla.
La poesía de Moro, escrita en buena parte en lengua francesa, permanece ya definitivamente como uno de los verdaderos y perdurables aportes del surrealismo a la lírica de nuestro tiempo. Con ciertos poemas de Desnos, con la obra de Péret y algunos libros de Breton, los poemas de Moro permanecen para probar la indudable eficacia de una aventura no siempre todo lo limpia y definitiva que los citados poetas hubieran querido. No siendo su idioma propio, el francés de Moro tiene una densa riqueza sugerente a tiempo que una inquietante precisión que lo hace prácticamente intraducible.
La prosa de Moro es, sin duda, junto con la de Octavio Paz, el más lúcido instrumento de examen y crítica de que yo tenga noticia en nuestra América presente. Hay en ella una inflexibilidad, una severidad entusiasta y una ausencia total del menor compromiso que no sea con el rigor de una conciencia siempre a flor de piel, cosas muy raras, casi inencontrables en nuestro continente del alegre compadrazgo y del ferviente entusiasmo invertebrado. Sus páginas sobre Proust, sobre Bonnard, sobre su patria peruana tan conocida y sufrida por él, son un ejemplo inagotable cuya frecuentación debería ser obligatoria para todo escritor novel y, sobre todo, para todo crítico espontáneo y fugaz de los que tanto padecemos en nuestras tierras "de siete colores".
Como un homenaje a Moro y, de paso, al amigo que me hiciera posible su lectura, he intentando una versión, harto aproximada por cierto, de un poema suyo casi desconocido, que apareció en el número X de la revista Le Surréalisme au Service de la Revolution que publicaba Breton allá por los primeros años treinta y que tuvo muy efímera duración. Este poema es una muestra hermosísima de una poesía que, por su rigor y sus vastos dominios de sombra luminosa y transparente delirio, no tiene igual ni antecedente en la lírica de nuestra América.
Quiero insistir en el carácter puramente provisional y aproximativo de esta versión, de cuya ineficacia soy el primero en darme cuenta. Otros días vendrán, espero, cuando con mayor calma, intentemos tal vez con mejor suerte dar en español una versión más justa de esta poesía admirable.
Álvaro Mutis (1969).
Fuente: Revista Amaru. Lima, marzo, 1969. Nº 9

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Antonio Cisneros


Taberna

En las tinieblas los cuerpos envejecen
sin que nadie repare en el escándalo.

Un rostro amable y terso se confunde
con los belfos que van hacia la muerte.

Por eso somos hijos de la noche
a la puerta del templo. Un lamparín

es también el anuncio de reposo
para los cazadores extenuados.

Una taberna, por ejemplo, es en la noche
el frontispicio de las maravillas.

O al menos una luz en las colinas
donde rondan los perros salvajes.

Nadie teme a la muerte adormecido
en su mesa de palo y sin embargo

entre los altos vasos apacibles
se enfría el corazón con la insolencia

(y el encanto tal vez) de un tigre adulto
en la plaza del pueblo a pleno día.

Ninguna confidencia en verdad nos degüella.
Ni la risa recuerda a un jabalí

de pelambre dorada y fino precio.
El páncreas es un campo de ciruelas.

Los diablos apagan la linterna.
Aguardan (como suelen) donde cesa la luz.



Dos postales

1. Postales para Lima

Las caravanas ya volvieron de Egipto
y dan noticia
del borracho que busca un alka-seltzer
en las aguas revueltas,
del borracho
más solo que una higuera
en un campo de golf.



Anexo a "cuando el diablo me rondaba
anunciando tus rigores"

Hoy viernes, día de pescado en todas las mesas
honradas, me topé con un diablo en el jardín,
desnudo y arrugado (el mismo de la página 39 - verso
sexto - de Comentarios reales).
Mas ya no es su pelambre más larga que la mía ni su
olor más notable.
Y hablamos de este tiempo y los negocios del Reino del
Perú, sin una disonancia, coincidiendo
como una araña parada en un espejo.
No hay ni vuelta que darle, después de siete plagas y un
diluvio ciertas cosas tenían que cambiar.


Antonio Cisneros. Nace en Lima, Perú, en 1942. Poeta, periodista y traductor. Estudió Letras en la Universidad de San Marcos y la Universidad Católica. Dirigió la revista peruana El Caballo Rojo. Premio Nacional de Poesía 1965 y Premio Casa de las Américas de Poesía 1968.
Obra poética:
Destierro (Lima, 1961); David (Lima, 1962); Comentarios reales (Lima, 1964); Canto ceremonial contra un oso hormiguero (La Habana, 1968); Agua que no has de beber (Barcelona, 1971); Como higuera en un campo de golf (Lima, 1972); El libro de Dios y de los húngaros (Lima, 1978); Crónica del niño Jesús de Chilca (México, 1982); Monólogo de la casta Susana y otros poemas (Lima, 1986); Las inmensas preguntas celestes (Madrid, 1992).

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Mario Torres Molina


*

sé que esta noche no volverá
que me iré lejos
lleno de otros que soy

sé que jugaré con las nubes
tirado en la hierba, ya sin fe
pensaré, en si alguna vez abrí la puerta

sé que no terminé de decir, (pero
hay tantos otros que escriben tan bello
que me pregunto por mí y mis pobres versos)

sé de todas estas cosas
y casi, puedo renunciar a ellas.


**

nos llegó la hora de salir
de este cielo, de este libro

ir tras algún pasado

para tí que ya vives
detrás de tus rincones
y te ahogas en tu propia cabeza

girando en el mundo

a un lugar donde casi
no puedes tocarlo

ven, a ser una hoja que pinte el suelo
no ibamos a ser una historia?
pero, ahh! ves, ya pasó y así nos fuimos

son ese tipo de cosas las que persisten
de alguna manera se las acompañan
en la ventana de los días

mientras baja la niebla
en algún punto de estos / 120 grados de latitud sur


Mario Torres Molina. Nace en Cusco, Perú, en 1979. Estudió la primaria y la secundaria en el colegio San Juan Bautista de la Salle - Cusco. De 1997 al 2003 estudió La carrera de Analista de Computacion en la Universidad Nacional de la Plata. Después de unos meses en Lima volvió en el año 2006 a la Argentina, residiendo actualmente en la ciudad de Buenos Aires. Es poeta inédito.

lunes, julio 31, 2006

"Morada al Sur" / Aurelio Arturo (Colombia)










Morada al Sur

I
En las noches mestizas que subían de la hierba,
jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes,
estremecían la tierra con su casco de bronce.
Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro.

Después, de entre grandes hojas, salía lento el mundo.
La ancha tierra siempre cubierta con pieles de soles.
(Reyes habían ardido, reinas blancas, blandas,
sepultadas dentro de árboles gemían aún en la espesura).

Miraba el paisaje, sus ojos verdes, cándidos.
Una vaca sola, llena de grandes manchas,
revolcada en la noche de luna, cuando la luna sesga,
es como el pájaro toche en la rama, "llamita", "manzana de miel"

El agua límpida, de vastos cielos, doméstica se arrulla.
Pero ya en la represa, salta la bella fuerza,
con majestad de vacada que rebasa los pastales.
Y un ala verde, tímida, levanta toda la llanura.

El viento viene, viene vestido de follajes,
y se detiene y duda ante las puertas grandes,
abiertas a las salas, a los patios, las trojes.

Y se duerme en el viejo portal donde el silencio
es un maduro gajo de fragantes nostalgias.

Al medio día la luz fluye de esa naranja,
en el centro del patio que barrieron los criados.
(El más viejo de ellos en el suelo sentado,
su sueño, mosca zumbante sobre su frente lenta).

No todo era rudeza, un áureo hilo de ensueño
se enredaba a la pulpa de mis encantamientos.
Y si al norte el viejo bosque tiene un tic-tac profundo,
al sur el curvo viento trae franjas de aroma.

(Yo miro las montañas. Sobre los largos muslos
de la nodriza, el sueño me alarga los cabellos).

II

Y aquí principia, en este torso de árbol,
en este umbral pulido por tantos pasos muertos,
la casa grande entre sus frescos ramos.
En sus rincones ángeles de sombra y de secreto.

En esas cámaras yo vi la faz de la luz pura.
Pero cuando las sombras las poblaban de musgos,
allí, mimosa y cauta, ponía entre mis manos,
sus lunas más hermosas la noche de las fábulas.

* * *

Entre años, entre árboles, circuída
por un vuelo de pájaros, guirnalda cuidadosa,
casa grande, blanco muro, piedra y ricas maderas,
a la orilla de este verde tumbo, de este oleaje poderoso.

En el umbral de roble demoraba,
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,
el alto grupo de hombres entre sombras oblicuas,
demoraba entre el humo lento alumbrado de remembranzas:

Oh voces manchadas del tenaz paisaje, llenas
del ruido de tan hermosos caballos que galopan bajo asombrosas ramas.
Yo subí a las montañas, también hechas de sueños,
yo ascendí, yo subí a las montañas donde un grito
persiste entre las alas de palomas salvajes.

* * *

Te hablo de días circuídos por los más finos árboles:
te hablo de las vastas noches alumbradas
por una estrella de menta que enciende toda sangre:

te hablo de la sangre que canta como una gota solitaria
que cae eternamente en la sombra, encendida:

Te hablo de un bosque extasiado que existe
sólo para el oído, y que en el fondo de las noches pulsa
violas, arpas, laúdes y lluvias sempiternas.

Te hablo también: entre maderas, entre resinas,
entre millares de hojas inquietas, de una sola hoja:
pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia,
hoja sola en que vibran los vientos que corrieron
por los bellos países donde el verde es de todos los colores,
los vientos que cantaron por los países de Colombia.

Te hablo de noches dulces, junto a los manantiales, junto a cielos,
que tiemblan temerosos entre alas azules:

te hablo de una voz que me es brisa constante,
en mi canción moviendo toda palabra mía,
como ese aliento que toda hoja mueve en el sur, tan dulcemente,
toda hoja, noche y día, suavemente en el sur.

III

En el umbral de roble demoraba,
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,
un viento ya sin fuerza, un viento remansado
que repetía una yerba antigua, hasta el cansancio.

Y yo volvía, volvía por los largos recintos
que tardara quince años en recorrer, volvía.

Y hacia la mitad de mi canto me detuve temblando,
temblando temeroso, con un pie en una cámara
hechizada, y el otro a la orilla del valle
donde hierve la noche estrellada, la noche
que arde vorazmente en una llama tácita.

Y a la mitad del camino de mi canto temblando
me detuve, y no tiembla entre sus alas rotas,
con tanta angustia, una ave que agoniza, cual pudo,
mi corazón luchando entre cielos atroces.

IV

Duerme ahora en la cámara de la lanza rota en las batallas.
Manos de cera vuelan sobre tu frente donde murmuran
las abejas doradas de la fiebre, duerme.
El río sube por los arbustos, por las lianas, se acerca,
y su voz es tan vasta y su voz es tan llena.
Y le dices, repites: ¿Eres mi padre? Llenas el mundo
de tu aliento saludable, llenas la atmósfera.
-- Soy el profundo río de los mantos suntuosos.

Duerme quince años fulgentes, la noche ya ha cosido
suavemente tus párpados, como dos hojas más, a su follaje negro.

* * *

No eran jardines, no eran atmósferas delirantes. Tú te acuerdas
de esa tierra protegida por una ala perpetua de palomas.
Tantas, tantas mujeres bellas, fuertes, no, no eran
brisas visibles, no eran aromas palpables, la luz que venía
con tan cambiantes trajes, entre linos, entre rosas ardientes.
¿Era tu dulce tierra cantando, tu carne milagrosa, tu sangre?

* * *

Todos los cedros callan, todos los robles callan.
Y junto al árbol rojo donde el cielo se posa,
hay un caballo negro con soles en las ancas,
y en cuyo ojo líquido habita una centella.
Hay un caballo, el mío, y oigo una voz que dice:
"Es el potro más bello en tierras de tu padre".

* * *

En el umbral gastado persiste un viento fiel,
repitiendo una sílaba que brilla por instantes.
Una hoja fina aún lleva su delgada frescura
de un extremo a otro extremo del año.
"Torna, torna a esta tierra donde es dulce la vida".

V

He escrito un viento, un soplo vivo
del viento entre fragancias, entre hierbas
mágicas; he narrado
el viento; sólo un poco de viento.

Noche, sombra hasta el fin, entre las secas
ramas, entre follajes, nidos rotos --entre años--
rebrillaban las lunas de cáscara de huevo,
las grandes lunas llenas de silencio y de espanto.


Aurelio Arturo, nace en la Unión, departamento de Nariño, al Sur de Colombia, el 22 de febrero de 1906. En 1925 se traslada a Bogotá, donde residirá el resto de su vida. Estudió Derecho en la Universidad Externado de Colombia, profesión que ejerció hasta el final de sus días. En 1931 publica sus primeros poemas en la Crónica literaria del periódico El País, dirigida por Rafael Maya. Aparecen en 1945, trece poemas suyos, en uno de los cuadernos de la colección Cántico. De ellos nueve harán parte de Morada al sur. Asiduo participante a tertulias literarias en diferentes cafés bogotanos. En 1961 aparece publicado el poema Nodriza en la revista Eco, y luego en 1963 un grupo de sus Canciones. Obtiene ese mismo año el Premio Nacional de Poesía Guillermo Valencia. El Ministerio de Educación Nacional edita por primera vez Morada al sur. 1971 es publicado el poema Sequía en la revista Espiral. En 1973 la revista Golpe de dados publica Palabras, Lluvia y Tambores. En 1974 Aurelio Arturo muere en Bogotá. Desde 1931, en un lapso de cuarenta y tres años, ha publicado en total treinta poemas, de los cuales sólo la mitad hacen parte de Morada al sur.