viernes, septiembre 03, 2010

Poesía Quechua

Período prehispánico

Poesía religiosa

2.

Con regocijada boca,
con regocijada lengua,
de día
y esta noche
llamarás.
Ayunando
cantarás con voz de calandria
y quizá
en nuestra alegría,
en nuestra dicha,
desde cualquier lugar del mundo,
el creador del hombre,
el Señor Todopoderoso,
te escuchará.
"¡Jay!", te dirá,
y tú
donde quiera que estés,
y así para la eternidad,
sin otro señor que él
vivirás, serás.


4.

Ven aún,
verdadero de arriba,
verdadero de abajo,
Señor,
del universo
el modelador.
Poder de todo lo existente,
único creador del hombre;
diez veces he de adorarte
con mis ojos manchados.
¡Qué resplandor!, diciendo
me prosternaré ante tí;
mírame, Señor, adviérteme.
Y vosotros, ríos y cataratas,
y vosotros pájaros,
dadme vuestras fuerzas,
todo lo que podaís darme;
ayudadme a gritar
con vuestras gargantas,
aun con vuestros deseos,
y recordándolo todo
regocijémonos,
tengamos alegría;
y así, de ese modo, henchidos,
yéndonos, nos iremos.

(Himnos transcritos por el cronista indio Santa Cruz Pachacuti.)


Período colonial

Apu Inka Atawallpaman

¿Qué arco iris es este negro arco iris
que se alza?
Para el enemigo del Cuzco horrible flecha
que amanece.
Por doquier granizada siniestra
golpea.

Mi corazón presentía
a cada instante,
aun en mis sueños, asaltándome,
en el letargo,
a la mosca azul anunciadora de la muerte;
dolor inacabable.

El sol vuélvese amarillo, anochece,
misteriosamente;
amortaja a Atahualpa, su cadáver
y su nombre;
la muerte del Inca reduce
al tiempo que dura una pestañada.

Su amada cabeza ya la envuelve
el horrendo enemigo;
y un río de sangre camina, se extiende,
en dos corrientes.

Sus dientes crujidores ya están mordiendo
la bárbara tristeza;
se han vuelto de plomo sus ojos que eran como el sol,
ojos de Inca.

Se ha helado ya el gran corazón
de Atahualpa,
el llanto de los hombres de las Cuatro Regiones
ahogándole.

Las nubes de los cielos han bajado
ennegreciéndose;
la madre Luna, transida, con el rostro enfermo,
empequeñece.
Y todo y todos se esconden, desaparecen,
padeciendo.

La tierra se niega a sepultar
a su Señor,
como si se avergonzara del cadáver
de quien la amó,
como si temiera a su adalid
devorar.

Y los precipicios de rocas tiemblan por su amo,
canciones fúnebres entonando,
el río brama con el poder de su dolor,
su caudal levantando.

Las lágrimas en torrentes, juntas,
se recogen.
¿Qué hombre no caerá en el llanto
por quién le amó?
¿Qué hijo no ha de existir
para su padre?

Gimiente, doliente, corazón herido,
sin palmas.
¿Qué paloma amante no da su ser
al amado?
¿Qué delirante e inquieto venado salvaje
a su instinto no obedece?

Lágrimas de sangre arrancadas, arrancadas
de su alegría;
espejo vertiente de sus lágrimas
¡retratad su cadáver!
Bañad, todos, en su gran ternura
vuestro regazo.

Con sus múltiples, poderosas manos,
los acariciados;
con las alas de su corazón,
los protegidos;
con la delicada tela de su pecho,
los abrigados;
claman ahora,
con la doliente voz de las viudas tristes.

Las nobles escogidas se han inclinado, juntas,
todas de luto.
El Willaj Umu (1) se ha vestido de su manto
para el sacrificio.
Todos los hombres han desfilado
a sus tumbas.

Mortalmente sufre su tristeza delirante,
la Madre Reina;
los ríos de sus lágrimas saltan
al amarillo cadáver.
Su rostro está yerto, inmóvil,
y su boca (dice):
"¿A dónde te fuiste, perdiéndote
de mis ojos,
abandonando este mundo
en mi duelo,
eternamente desgarrándote
de mi corazón?"

Enriquecido con el oro del rescate
el español.
Su horrible corazón por el poder devorado;
empujándose unos a otros,
con ansias cada vez, cada vez más oscuras,
fiera enfurecida.
Les diste cuanto pidieron, los colmaste;
te asesinaron, sin embargo.

Sus deseos hasta donde clamaron los henchiste
tú solo.
Y muriendo en Cajamarca
te extinguiste.

Se ha acabado ya en tus venas
la sangre;
se ha apagado en tus ojos
la luz;
en el fondo de la más intensa estrella ha caído
tu mirar.

Gime, sufre, camina, vuela enloquecida,
tu alma, paloma amada;
delirante, delirante, llora, padece
tu corazón amado.
Con el martirio de la separación infinita
el corazón se rompe.

El limpido, resplandeciente trono de oro,
y tu cuna;
los vasos de oro, todo,
se repartieron.

Bajo extraño imperio, aglomerados los martirios,
y destruidos;
perplejos, extraviados, negada la memoria,
solos;
muerta la sombra que protege;
lloramos;
sin tener a quién o a dónde volver,
estamos delirando.

¿Soportará tu corazón,
Inca,
nuestra errabunda vida
dispersada,
por el peligro sin cuento cercada, en manos ajenas,
pisoteada?

Tus ojos que como flechas de ventura herían,
ábrelos;
tus magnánimas manos,
extiéndelas;
y con esa visión fortalecidos,
despídenos.

(1) Sumo sacerdote.

(Elegía anónima copiada por J.M.B. Farfán del cantoral recopilado por Cosme Ticona, en Pisac, Calca, Cuzco 1930. Consideramos que pertenece al siglo XVII.)

Poemas copiados del libro:
Poesía quechua
Selección y presentación por: José María Arguedas. Editorial Eudeba, Buenos Aires, 1965.

jueves, agosto 12, 2010

Concepción Bertone



Nació en Rosario en 1947.
* De la piel hacia adentro (1974)
* El vuelo inmóvil (1983)
ediciones La Cachimba
* Aria Da Capo(2004)
ediciones del dock / La Guacha








Foto:
leyendo sus poesías en el ciclo INTERIORES,poetasdelpaís



De: Aria Da Capo


Pessoa y yo
a Pedro Bollea


Como hierba crecida entre adoquines
de calles alejadas, calles quietas
donde la piedra ahoga la gramilla
con agua del fregado. De extramuros
del alma sofrenada con mil bridas.
Dura ayer como hoy. Toda mi vida
se exultó como hierba
en una grieta.



I

Alba
a Francisco Madariaga, in memoria

Esa corteza blanca, lisa y hendida, buena
-aunque sea inflexible- Esos tallos prudentes,
esas ramas serenas porque tienen espinas y
no han herido a nadie con intención, arteras. Hoy
son como mis manos que parecen vacías.
Un pequeño poema traducido del persa.


Poema de las horas
"Todas hieren, la última mata"
Inscripción tallada en el cuadrante de un reloj medieval

I

Lazulita la sombra del nogal que teñía
de alhucema la albura de una farfalla rante
que vuela en dos idiomas aún
por el instante -nimio grano de arena-
en la huerta dormida
con la sombra inasible de mi abuelo tendida
sobre la tierra aquella que labró
y está muerta.
Su sombra era una hipérbole de su alma, la rama
cimera del nogal que mi columpio amaba.
La mía era el escorzo de la suya inclinada,
humilde entre legumbres. La sombra
de una hierba. Raro reloj de sol.

Se trata de las horas, dice Benn.

Del tiempo y la batalla
contra el tiempo, perdida
como la mariposa de la siesta apagada.
De la dicha de un día
al que vuelvo OMNIA FUI. Mi madre
era fragante: la verbena del Ara, LA IRIDULA
en los ojos duros de la tormenta
que al pasar deja el iris arqueado
y la cascada cuyo vaho
lo imprime
en la seda de sí.

Umbra ahora es la sombra
que atraviesa la sombra
de aquel nogal.

II

Farfalla suena más bello
que mariposa. No pasa
por la penumbra de la palabra oruga.
No encierra en un capullo de crisálida.

III

Sentadas sobre el pasto
que hace un año era greda,
mi hermana y yo fumamos, sin hablar,
en la fuga
a dos voces del viento
y el nimbo de garúa
caído sobre el nombre de mi madre
en la tierra, al ras
de las raíces, en la pálida piedra
con su nombre grabado. Como sueñan
las novias su nombre en la corteza
desnuda de los pinos, o escritos
en las paredes nupciales de una pieza.
Como sobre la falda de mi madre
enclavada, las dos, en su regazo de hierbas
somos una
sola y ahumada sombra
que en el escorzo acuna
la blanca mariposa que se torna lavanda
al pasar por la sombra
del nogal de John Shade.

IV

Quisiera escribir versos, ya no
la pena en punto, ni la oda de cierzo
en el Ara ni el Hades
profundo de mi abismo.

Grabarlos en el aria de Janacek. Quisiera
grabarlos en el aire cimero de las bodas
de aquellos que se amaron y se murieron juntos.

domingo, agosto 08, 2010

Joaquín O. Giannuzzi 1924 - 2004 Argentino

De:
Apuestas en lo oscuro
(2000)


Orquesta degollada

El poema que cada uno
va masticando como un chicle de idiota
es poca cosa. Una preocupación ridícula
de la vida individual, guitarrita de bolsillo,
cantito de rata en los pulmones contaminados
cuando la calle abunda de gente en todas direcciones.
Sólo Dios sabe dónde va cada uno,
pero el Estado sabe
dónde van todos con su pequeña música entre los dientes.
Traslado a mi oído el verso mascado
para probar su sonido: un fracaso que no resuelve
esta muchedumbre sentimental hacia el ocaso
con su rumor de orquesta degollada.


Esquina invernal

Esquina invernal, perfecto estilo
de la desolación reumática
cuando la certeza del fin
detiene cada paso buscando un lenguaje
en este puñado de hojas giratorias
al fondo de una calle sin salida.
Hueco donde culmina un viento bajo
arrastrándose
como el frío ruedo susurrante de un vestido.


El dentista

El dentista es fanático de Mozart.
En el consultorio, la música en la casetera
es un universo continuo a la sordina.
El terror es desmentido con esa dignidad.
Simpatiza con sus pálidos pacientes
y mientras prepara aguja y jeringa
acompaña y confirma los acordes
con un silbido enamorado y creador:
él también compone su Mozart.
La anestesia acorrala el dolor
hasta la entraña del hueso
y cuando arranca la muela muerta, la música
parece oscurecer en un caos.
Pero el gusto a sangre en la boca
despide la podredumbre
y el oído se entrega
a la finalidad de un auténtico destino.


De:
Cabeza final
(1991)


Lluvia

Desde anoche se anunciaba en mi osamenta
este golpe de lluvia resonando
allá afuera, apartado
de los objetos personales.
Pero hay una respuesta placentera
partiendo de mi fisiología,
una correspondencia natural e indescifrable
entre elementos vivos,
que segrega del conjunto
mi condición de espectador.
Desde mi butaca
asisto a la representación terrestre
donde las cosas encajan como un problema resuelto.
A solas con mi identidad
ajeno a mi esqueleto y a la lluvia, descarnado
en la penumbra del dormitorio.

sábado, agosto 07, 2010

Porfirio Barba Jacob (1880/3 - 1942) Colombia

Acuarimántima

I

Vengo a expresar mi desazón suprema
y a perpetuarla en la virtud del canto.
Yo soy Maín, el héroe del poema
que vió, desde los círculos del día,
regir el mundo una embriaguez y un llanto.

¡Armonía! Oh profunda, oh abscóndita Armonía!

Y velaré mi arduo pensamiento
sotto il velame degli versi strani,
fastuoso, de pompas seculares:
perfecta en sí la estrofa del lamento
y a impulso de los ritmos estelares.

Columpia el mar su cauda nacarina,
e imbuida en la clámide del río
pasa en la bruma fúlgida la carne de la ondina.
Grana el campo nutricio, fluyen mieles,
una deidad inflama las horas con su llama
y loa el día azul un coro de donceles.

Romero: ¿no rebosa el corazón
por la noche de sombras evocadas,
por la tierra de arrugas trabajadas,
del Tiempo y el Espacio la multiple emoción?

Brilla en las lejanías invioladas
vaga ciudad, el viento da en los juncos,
los juncos gimen bajo el viento rudo...
Romero, que se vierta el corazón!
Y la ternura y la tristeza mía
canten en el crepúsculo: ¡Armonía!

Yo, Rey del reino estéril de las lágrimas,
yo, Rey del reino vacuo de las rimas,
con mis canciones ebrias
que un son nocturno hechiza
y con mis voces pávidas,
anuncio las cavernas del Enigma.
En mis siete dolores primarios se resume,
como en alejandrino paradigma,
la escala del dolor que el mal asume.

Tenebrosa, recóndita Armonía...

Mi numen, fuerte, no es aquel tan puro
como el cerrado corazón de un monte;
pero sobre sus ruinas de inocencias
haré brillar, ebrio del dolor puro,
una gota de luz del corazón del monte.

II

En libre vuelo, el cielo de mi América
hender he visto un cóndor negro, errante.
¿Qué abismo circunscribe? ¿Qué intacta nieve augura?
Por las arterias de los ciervos montesinos
discurre para el cóndor la sangre enardecida,
bajo las pieles lúcidas, entre las carnes bellas.

¡La presa viva!, ¡el pico ensangrentado!,
¡el ala pronta!, ¡el ímpetu del vuelo!
y un delirar de cumbres y centellas.

Así mi impulso al aura de la vida,
y así mi Musa en su ilusión liviana
de que brote la carne un lirio místico.
Bestia de los demonios poseída,
¡oh carne, es hora ya del don eucarístico!

Cintila el cielo en gajos de luceros,
y querubes de vuelos melodiosos
revuelan de luceros a luceros.

Tengo la sensación de que discurro
delante de los pórticos sagrados:
alguien dice mi nombre a la distancia;
brotan dulces jardines los collados
y asume mi ternura en su fragancia.

Claridad estelar, templo encendido,
rima errante por noches de pavura,
huerto a la luz de Vésper. En olvido
mi sér se muere, mi canción no dura,
¿y fui no más un lúgubre alarido?

Carne, bestia, mi Amiga y mi Enemiga:
yo soy tú, que por leyes ominosas,
cual vano mimbre que meció una espiga
te haces nada en el polvo de las cosas...

¿Y la divina Psiquis, la Rosa entre las rosas?

¿Y mis amores que irisé de lágrimas?
¿Y mi ciudad nebúlea tras la ilusión del día?
¿Y mis antorchas que erigí de emblema?
¿Y esta inquietud, y éste impetu anhelante
hacia una ley o una verdad suprema?

Pesa sobre tus pétalos, oh Rosa
Espiritual! tan lóbrega y cerrada
la noche, tan vacía y rencorosa,
que en vano el brillo de tu broche efunde.
Amor. Deleite. Horror. Pavesas. Nada.

¡Nada, nada por siempre! Y merecía
mi Alma, por los dioses engañada,
la Verdad, y la ley y la Armonía.
¡Sé digna de este horror y de esta nada,
y activa y valerosa, ¡oh alma mía!

III

domingo, agosto 01, 2010

X - 504 (1932 - ) Colombiano









Jaime Jaramillo Escobar

(Pueblorrico, Antioquia, Colombia, 1932)


De: Los poemas de la ofensa
Primer Premio Concurso nadaismo de poesía 1967


Conversación con W. W.

"El sapo es una obra maestra de Dios"
Walt Whitman


Viejo, no te burles,
que Dios hizo lo que pudo.

Además, el sapo no es la medida de Dios, evidentemente, pues el elefante es un monstruo más grande, con su larga nariz,
y el hombre un monstruo todavía más grande, portador a dos manos de su alto falo,
de cuya punta beben las jirafas del crimen, y quien, no contento con su estatura,
ha levantado estatuas suyas gigantescas sobre altísimos pedestales,
pero entonces se han levantado también estatuas de Dios igualmente altas y arrogantes,
ya que El no quiere ser menos que el hombre.
¿Y has visto en cambio a los sapos u otros animales levantándose a sí mismos monumento alguno o siquiera una tumba?
Sólo tienen estatuas los animales que el hombre ha tomado por compañeros, como el caballo,
y eso porque aparece montado encima de él para hacer más alto su pedestal;
y el perro por la comprensión sexual que hay entre los tres: Dios, perro y hombre.
Y las figuras de águilas y de leones porque el hombre siempre ha aspirado a ser un animal feroz y de rapiña;
eso, claro, lo sabemos,
pero la hormiga no reconocería un monumento a su laboriosidad,
ni la abeja un monumento a la hormiga,
y menos la rana: no la nombres,
la pobre rana que se pasa gritando en las lagunas para decir que está allí,
igual que tú,
y que Dios, que es el que más grita.

Pobrecito Dios; ¡y tú burlándote!

Si creó a los poetas, ¿por qué no podía crear también a la rana?
¿No creó a la tortuga?
¿Y al armadillo que es una tortuga torturada?
¿Es que Dios no creó sino sólo monstruos?
¿Y qué otra cosa podía hacer?

Dices que tu amante no es un monstruo, pero yo le veo diez uñas afiladas,
y un pene como una sanguijuela pegado a ti toda la noche;
no charles, Walt,
tómate esa cerveza sin mojarte la barba,
viejo marrullero,
andando empeloto por las calles de Manhattan delante de los aprendices
durante un sueño que tuviste una noche cuando te acostaste un poco ebrio.

¿Conque la rana es una obra maestra de Dios, no?
¡Entonces yo también!

Y si yo soy una obra maestra de Dios entonces Dios tiene que ser muy pequeño,
un artista muy malo, francamente.

domingo, junio 27, 2010

Néstor Perlongher 1949 - 1992 Argentino












De:
Austria-Hungria
Buenos Aires, 1980


La murga, los polacos

Es una murga, marcha en la noche de Varsovia, hace milagros
con las máscaras, confunde
a un público polaco
Los estudiantes de Cracovia miran desconcertados:
nunca han visto
nada igual en sus libros
No es carnaval, no es sábado
no es una murga, no se marcha, nadie ve
no hay niebla, es una murga
son serpentinas, es papel picado, el éter frío
como la nieve de una calle de una ciudad de una Polonia
que no es
que no es
lo que no es decir que no haya sido, o aún
que ya no sea, o incluso no esté siendo en este instante
Varsovia con sus murgas, sus disfraces
sus arquelines y osos carolina
con su célebre paz - hablamos de la misma
la que reina
recostada en el Vístula
el proceloso río donde cae
la murga con sus pitos, sus colores, sus chachachás carnosos
produciendo en las aguas erizadas un ruido a salpicón
que nadie atiende
puesto que no hay tal murga, y aunque hubiérala
no estaría en Varsovia, y eso todos
los polacos lo saben


El Lugar

Y si la plebe se alza, si los bufones andan solemnes como gatos,
si los bardos se liman las narices, los bordes de las uñas,
las pestañas, y no escriben pavadas; y si las trapecistas
se toman tan en serio su papel que ya no mueren
en cada salto ya no mueren
caen muy de pie, prolijas, sobre un rectángulo de papel glacé
y el domador las reverencia
y apenas la ècuyère se hace penetrar por los caballos, cada vez
con menor dificultad, con más ungüento
y su aliento de chanchos y magnolias ya no lleva a los dedos
(encremados)
a ese lugar abandonado y sucio donde las telarañas papan
liendres
Mas, si cae una piedra, un monolito, y esa laceración retrasa
el paso del carro del olvido, y por más que ningún trepador
quiera ya uncirla, si al menos se la odia
se pasa por su casa, o por las ruinas de lo que fue su casa,
y se arrojan monedas, o estampillas rasgadas con la imagen
de un héroe aborrecido
y no se la saluda en el mercado, pero sí se comentan los
arañazos de los cuervos, y se grazna
y ella escucha el graznido, y ya no se confunde con un ruego,
y sin embargo acude, como novia de luto
a la manera de un museo, tal vez, se la restaura

De todos modos, si
se reparan las picaduras de viruela y se llenan sus tripas
y se le hace imitar su propia voz
y se le ponen cerca ramilletes de conchas, y se la entrega a un
amo, o a un esclavo, y se deja correr el pus por su cabeza,
y encima se la aplaude, o se la pisa
y vienen las amigas y zurcen en su torno las medias e hilan
cuentas

pudiera ella rodar, quizás, trastabillando, sin esa turbulencia
mas acaso con la misma torpeza de anteayer, su aullido
de coyote acorralado, su desmelenamiento
pudiese retomar las graderías donde antaño medró, sacar brillo
a sus grillos y, halando en las mazmorras, se pudiera
escuchar su aspiración de hembra desordenada, obesa
un zumbido de ratas sobre el papel de armar
rearmando su cogollo
y colocada al menos una hez en el lugar del padre
o un amante en el lugar de la hez
o algunos viejos en la chata donde se lavan los pendejos
O una mancha, en ese lugar, un mantelcito
o un decorado de torta de crema y un teatro de títeres
un número
o si se dejara así, nomás, a la intemperie
pero hubiera un tablado y abanicos y se tomara té
y no se hablara de eso, por precaución
o se lo susurrase, con recelo
diciendo que está ahí, que está al caer,
que ya está por venir, que se hizo tarde
y aunque hubiera pierrots y colombinas, cantaridina, ajenjo
en medio de esa fiesta de glorietas, no sé, de invernaderos
es evidente que ella no estaría, ahí, en ese lugar, que no
habría nadie, que nadie sabe nada, que no existe

miércoles, abril 14, 2010

Emilio Adolfo Westphalen


"Se sabe que un poema es un objeto hecho de palabras y dotado de determinada carga afectiva (de intensidad variable). Dada la diversa constitución de las personas -es dudoso que las reacciones sean similares o aproximadas-".
emilio adolfo westphalen


De:
Las ínsulas extrañas
Lima, 1933


Andando el tiempo...

Andando el tiempo
Los pies crecen y maduran
Andando el tiempo
Los hombres se miran en los espejos
Y no se ven
Andando el tiempo
Zapatos de cabritilla
Corriendo el tiempo
Zapatos de atleta
Cojeando el tiempo
Con errar de cada instante y no regresar
Alzando el dedo
Señalando
Apresurando
Es el tiempo y no tiene tiempo
No tengo tiempo
Mostrar la libreta
Todo en orden
Por aquí a la aventura silencio cerrado
Por allá a la descompuesta inmóvil móvil
Ya llega y tarda
Y se olvida
Por acá con boca falsa y palabras de otra hora
El pañuelo nuevo y pronto
Para el adiós
Adiós y no ha llegado
Ésta es la señal
El tiempo
Casi no es niño
Pero flor no es
Casi
Cuando está sobre un árbol
Se divisa el paisaje la estrella
Los zapatos
Osamentas de pescado
Y el ojo llena el horizonte
El tiempo
Aunque cojee y se hiera y se lamente
Prohibido
No te hagas tan silencio
La nube sabe de otro lugar
Son las escaleras que bajan
Porque nadie sube
Porque nadie muerde la nuca
Sino las flores
O los pies llagados
Andando y sangre de tiempo
Gotas la lluvia el torrente
La mano llega
Este es su destino
Llegar el tiempo
Se devuelve y usted sabe más
Estaba junto al silencio
Estaba con ojos pequeños
La mano a lo desierto
El pie a lo ignorado
Indudable
Los huesos prestados podían ser míos
Si un leve signo no dijera
Y no decía
Alzada levantada
Me doy a tu más leve giro
Al amor de las pestañas
A lo no dicho
Vértigo
Te temía sin noche y sin día
Aunque no regreses
Por la marcha de mis huesos a una otra noche
Por el silencio que se cae
O tu sexo


Solía mirar el carrillón

Solía mirar el carrillón que llega con toda ave
Así estaba más muerta
Por sus ojos desbocaban los ríos las aves
La urgencia la despedida
Te encontraba blanca sin huesos
No me traigas esta desesperanza
Del camino a la lenta
Sin sobresaltos
En los cabellos se apagaba la última alba
Tras el muro del alba
Muerta así las líneas el ave
Lo que llama responde con otra voz
Primero es el desaliento
El amor no reconoce
Este aliento este cuerpo este valle
Miedo rojo tibio la fogata
Los ojos aumentan y beben
Tan lejos se llega
La fogata por narices boca ojos
Hasta
Contemplando el largo camino que vuelve del amor
Tiene lindos bigotes
Bigotes con diminutas patitas caminan este valle
Cuatro casas y una puerta para la estatura o
El amor dormir la planicie que bosteza
En el valle los ríos el sol que estrena levita
Puños de celuloide gemelos con una gota de sangre
en cada silencio
En el silencio estaba más niña
Lloraba y nacía al sexo con cada flor
Los insectos conocen bien en cuál boca es más dulce
el dolor
Si se va y los ojos llegan primero
Tal vez entonces haya que negar y perderse
Bajo una sombra o una niña
Bajo la llama la gota de sangre el ave
La noche es más lenta
Se empina
Por te ver si yo
Aunque estás muerta
Oyes
El amor nunca llega sino ahora
Las manos gobiernan las estaciones
La primavera es la boca el seno la muerta el ave
Porque se cierra y nace
Nace flor boca seno ave

De:
Abolición de la muerte

Lima, 1935


Sirgadora de las nubes...

Sirgadora de las nubes arrastradas de tus cabellos
En el silencio alzado de dos mares paralelos
Y cada limbo forjado con tus nuevas miradas
Y cada esperanza libre de revolver
Ciénagas y zarzales para hallar las perlas
Cubiertas de siete palmas admirables de losanjes
Otra cosa de no decirte arriesgada entre los azares
Recogidos los temores renacidas las esperanzas
Desplegadas las sonrisas desenvueltos los caireles
Florecidos los dientes las lágrimas tintineantes
Entre un crujir de fuego contra música de niña
contra sueño
Chirriantes las alegrías niña de verte y niña
Entrechocando platillos suaves como manos
Trompetas de óyeme que no respondo
Bajo sombras de aves y cielos dorados
Y lágrimas crecidas de llevar en su globo
Los amores acordes de inaudibles alegrías
Según un creciente rumor de olas de trapo
Entre pétalos grandes más que la estatura humana
Y abejas libando en nuestros labios
Así para no comprender un telón entre cada beso
Agotados los mármoles para las palomas de la gracia
Unos cipreses algo destinados al otro cielo
Dando vueltas sin cansancio sin dejar caer la copa
Un surtidor abanicado de brillantes
Unos trompos rasgados mostrando las maneras
de sus corazones
Una seda hilada de la miel de tus labios
Unas aves extraviándose en tu cabellera
Soporte del frío tu frente completo cristal
Y una nube tendida junto al silencio tembloroso
Cadencia tras cadencia de párpados cerrados
tras párpados
En las barcas balanceadas unas manos solitarias
Despejadas las auras con aliento de los ríos
Y otras manos líquidas para a tientas encontrarse
Y algo como cabezas rodando por las escaleras
Y algo como frutos subidos de círculo en círculo
A los goces los arcoiris las brisas traspasando
nuestras frentes
Con cuidado cediendo palabras y lenvantando ríos
Había tantos nidos de dulzura y silencio entre
nuestras bocas
Entre nuestras manos tanto afán de arraigarse en una
Se veía en tus ojos mejor el mundo
Más grande y más pesado de lirios
Tendida como un sueño o una nube
Las ostras prendidas de las paredes de tu sueño
Las perlas cayendo de tus manos como palabras
Así te veo siempre abandonada en un litoral de risas
Entre escarpas bañadas de nuestras monedas
vacilantes
Más frágil niña más frágil que tu retrato en el agua
O que tú misma remontada a las nubes
O que tú misma tendida en mis ojos
Las perlas del amor contadas por tus manos
crecían como palabras
O flores de tu árbol de risa
O silencios de tus manos cargadas de un mundo pesado de lirios


Marismas llenas de corales...

Marismas llenas de corales enroscándose a tu cuello
Y los mares hundidos hasta verse tras los ojos
En lo más profundo de tu atisbar sorprendida
Cuando la ternura más clara enhebrándose en silencio
Ajustando pequeños siglos a tu gracia sonriente de plata
Formaba de pétalos cristalinos la alta rosa
Con agua recogida de orvallos y relentes el invencible esplendor
Aunque no bastaba la rosa para cubrir el sueño
Y siempre emergías de la alta marea
Marcada de algas y besos y bocas de pescado
Soñadora de verde para el río arrollado a tus pies
O una linda estatua caminando las islas
Llevando la guirnalda de estrella a estrella
Diría que perdí la huella si a cualquier parte
No me alcanzara o en el mar o en el cielo tu sombra
Y si de tanto estar en pie no me quedara
La gloria de saber esperarte con cada ritmo de reloj
En cada oleada de nueva vida palpitando contra el peñasco
Sin dar atención a la luna que se cae más de prisa
La niña recogiendo sus lágrimas como un manantial
A sí mismo devorándose un desierto surgiendo de otro desierto
Otra vez han batido palmas las grandes olas
Tu recuerdo está tan presente que es tu presencia
Para nada más que decir aquí empieza otra historia
Para nada más que ser fiel a su onda a su eco
Que decir era la niña que trajo el mar en su cántaro
Que decir era la niña que vació una noche en mi sueño
Y así formar la cadena que une esplendor y desdicha
Los días que nunca vuelven y el sol que siempre queda
De pie imperturbable mirando el futuro
Sin dar un paso más porque la hora ha llegado
De tu mano baja el paraíso con los cuatro estíos
Ladrando a los costados siguiendo al mar que va delante
Y tú tendida en su gran concha
Y tú tejiendo la nueva historia
Las gloriosas empresas el cielo batido de alas
Cuando tus manos alcanzaron mis manos
Cerróse un horizonte para abrir dos cielos
Y emergió junto al delfín la ostra alada


He dejado descansar...

He dejado descansar tristemente mi cabeza
En esta sombra que cae del ruido de tus pasos
Vuelta a la otra margen
Grandiosa como la noche para negarte
He dejado mis albas y los árboles arraigados en mi garganta
He dejado hasta la estrella que corría entre mis huesos
He abandonado mi cuerpo
Como el naufragio abandona las barcas
O como la memoria al bajar las mareas
Algunos ojos extraños sobre las playas
He abandonado mi cuerpo
Como un guante para dejar la mano libre
Si hay que estrellar la gozosa pulpa de una estrella
No me oyes más leve que las hojas
Porque me he librado de todas las ramas
Y ni el aire me encadena
Ni las aguas pueden contra mi sino
No me oyes venir más fuerte que la noche
Y las puertas que no resisten a mi soplo
Y las ciudades que callan para que no las aperciba
Y el bosque que se abre como una mañana
Que quiere estrechar el mundo entre sus brazos
Bella ave que has de caer en el paraíso
Ya los telones han caído sobre tu huida
Ya mis brazos han cerrado las murallas
Y las ramas inclinado para impedirte el paso
Corza frágil teme la tierra
Teme el ruido de tus pasos sobre mi pecho
Ya los cercos están enlazados
Ya tu farente ha de caer bajo el peso de mi ansia
Ya tus ojos han de cerrarse sobre los míos
Y tu dulzura brotarte como cuernos nuevos
Y tu bondad extenderse como la sombra que me rodea
Mi cabeza he dejado rodar
Mi corazón he dejado caer
Ya nada me queda para estar más seguro de alcanzarte
Porque llevas prisa y tiemblas como la noche
La otra margen acaso no he de alcanzar
Ya que no tengo manos que se cojan
De lo que está acordado para el perecimiento
Ni pies que pesen sobre tanto olvido
De huesos muertos y flores muertas
La otra margen acaso he de alcanzar
Si ya hemos leído la última hoja
Y la música ha empezado a trenzar la luz en que has de caer
Y los ríos te cierran el camino
Y las flores te llaman con mi voz
Rosa grande ya es hora de detenerte
El estío suena como un deshielo por los corazones
Y las alboradas tiemblan como los árboles al despertarse
Las salidas están guardadas
Rosa grande ¿no has de caer?


De:
Belleza de una espada
clavada en la lengua
Lima, 1986


César Moro

Por un campo de miga de pan se alarga desmesuradamente una manecilla de reloj
Alternativamente se iluminan o se apagan en ella unos ojos de cangrejo o serpiente
Al contraluz emerge una humareda de pestañas caladas
Y dispuestas como una torre que simulara una mujer al desvestirse
Otros animales más familiares como el hipopótamo o el elefante
Hallan su camino entre el hueso y la carne
Una red de ojos de medusa impide el tránsito
Por el arenal que se extiende como una mano abandonada
A cada paso una bola de marfil dice si el aire es verde o negro
Si los ojos pesan iguales en una balanza cruzada de cabellos
Y encerrada en un acuario instalada en lo alto de una montaña
Rebalsando a veces y arrojando a veces como una catapulta
Cadáveres rosados o negros o verdes de niños a los ocho extremos
Cadáveres pintados según las cebras o los leopardos
Y que al caer se abren tan hermosamente como una caja de basura
Extendida en medio de un patio de mármol rosado
Atrae a los alacrqanes y a las serpientes de aire
Que zumban como un remolino dedicado al amor

Aparte un hombre de metal llora de cara a una pared
Visible únicamente al estallar cada lágrima


El grito...

El grito de las aves gira como una espada


La voz es una corza...

La voz es una corza sobre una hoja de sal
O un avión husmeando por los chanchos


Preámbulo a revilla

La contradanza macabra se inmoviliza un instante
La realidad misma se ha rasgado los velos
Muestra una inmensa herida viva sin sutura
Vano embate de la sangre inocente
Las membranas invisibles no ceden
Remota o cercana imploración contra natura
Destemplada fiereza de terremoto detenido
Fuga fallida en el laberinto de la luz
Rueda atascada en el grito
Réplica oculta del sueño repelido
Encarnación definitiva en la vorágine y el descuartizamiento
En lo voraz cotidiano
Por siempre tiernamente implacable


El mar en la ciudad

¿Es éste el mar que se arrastra por los campos,
Que rodea los muros y las torres,
Que levanta manos como olas
Para avistar de lejos su presa o su diosa?

¿Es éste el mar que tímida, amorosamente
Se pierde por callejas y plazuchas,
Que invade jardines y lame pies
Y labios de estatuas rotas, caídas?

No se oye otro rumor que el borbotón
Del agua deslizándose por sótanos
Y alcantarillas, llevando levemente
En peso hojas, pétalos, insectos.

¿Qué busca el mar en la ciudad desierta,
Abandonada aún por gatos y perros,
Acalladas todas sus fuentes,
Mudos los tenues campanarios?

La ronda inagotable prosigue,
El mar enarca el lomo y repite
Su canción, emisario de la vida
Devorando todo lo muerto y putrefacto.

El mar, el tierno mar, el mar de los orígenes,
Recomienza el trabajo viejo:
Limpiar los estragos del mundo,
Cubrirlo todo con una rosa dura y viva.


Poema inútil

Empeño manco este esforzarse en juntar palabras
Que no se parecen ni a la cascada ni al remanso,
Que menos transmiten el ajetreo del vivir.

Tal vez consiguen una máscara informe,
Sonriente complacida a todo hálito de dolor,
Inerte al desgarramiento de la pasión.

Con frases en tropel no llegan a simular
Victorias jubilosas de la sangre
O la quietud del agua sobre el suicida.

Nada dicen tampoco de la danza de amor y odio,
Alborotada, aplacada, extinta,
Ni del sueño que se ahoga, arrastrando
Por marejadas de sospecha y olvido.

Qué será el poema sino un espejo de feria,
Un espejismo lunar, una cáscara desmenuzable,
La torre falsa más triste y despreciable.

Se consume en el fuego de su impaciencia
Para dejar vestigios de silencio como única nostalgia,
Y un rubor de inexistente no exento de culpa.

Qué será el poema sino castillo derrumbado antes de erigido,
Inocua obra de escribano o poetastro diligente,
Una sombra que no se atreve a aniquilarse a sí misma.


Riqueza

No poseer sino
Unos cuantos recuerdos:
Todo lo que uno
Puede llevarse
Cuando muere.


De:
Cuál es la risa
Barcelona, 1988


..........

Un hombre se inclina sobre el cuerpo desnudo de una mujer
Y lentamente extiende con la lengua sobre él
Un líquido rosado
El cuerpo queda todo húmedo brillante y encendido
Luego con los dientes hace aquí y allá
El signo del amor
Pequeños puntos blancos que adornan la piel oscura
La mujer cierra los ojos dilata las narices
A veces a pesar suyo un suspiro entreabre sus labios.

..........


Se mece suavemente al viento
La mujer que ha brotado blanca y desnuda
En la copa del ciprés
Con una pequeña corona de oro sobre la cabeza
Y encima de la corona un ojo de piedra verde
Que mira fijamente.

..........


El sueño

Los gérmenes poéticos del sueño resultaron ser, no como los pobres profesores, los mezquinos críticos realistas trataron de hacernos creer, un nuevo paraíso inalcanzable, un espejismo, sino los gérmenes nocivos y actuantes, los útiles reactivos para corroer la infame realidad. El sueño no es un refugio sino un arma.
Los malos instintos de libertad danzan su ronda diabólica. ¡Fuera la conformidad, la resignación, la medianía! En su esputo negro ahóguense los bellacos, los explotadores, los que aprovechan la miseria de los más, y la maldita clerigalla, y el abominable espiritu religioso, y los fantasmas cristianos, y los mitos del capital, y la familia burguesa, y la patria infamante.
La libertad del hombre, es decir, el sueño acuñado en la realidad, la poesía hablando por la boca de todos y realizándose, concreta y palpable, en los actos de todos.


Emilio Adolfo Westphalen, nació en Lima, Perú, el 15 de julio de 1911. A los 17 años inicia estudios de Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y los termina en el año de 1932. Su primer poema publicado aparece en la prestigiosa revista Amauta, en el número 24 de junio de 1929: poema titulado Itinerario del caracol.
En 1933 publica en Lima Las ínsulas extrañas, y al año siguiente conoce al poeta César Moro e inicia con él una fructífera colaboración literaria.
Fallece en Lima el 18 de agosto del año 2001.