viernes, octubre 20, 2006

Carlos Drummond de Andrade (Brasil)











Carlos Drummond de Andrade

Poema de siete faces

Cuando nací, un ángel tuerto
de esos que viven en la sombra
dijo: Ve Carlos, a ser gauche en la vida.

Las casas espían a los hombres
que corren tras las mujeres.
La tarde tal vez fuese azul,
si no hubiera tantos deseos.

El tranvía pasa lleno de piernas:
piernas blancas negras amarillas.
Para qué tantas piernas, Dios mío, pregunta mi corazón.
Sin embargo mis ojos
no preguntan nada.

El hombre detrás del bigote
es serio, simple y fuerte.
Casi no conversa.
Tiene pocos, escasos amigos
el hombre detrás de los anteojos y del bigote.

Dios mío, por qué me abandonaste
si sabías que yo no era Dios
si sabías que yo era débil.

Mundo mundo vasto mundo,
si yo me llamase Raimundo
sería una rima, no sería una solución.
Mundo mundo vasto mundo
más vasto es mi corazón.

No te lo debía decir
pero esa luna
pero ese coñac
lo dejan a uno conmovido como el diablo.


En medio del camino

En medio del camino había una piedra
había una piedra en medio del camino
había una piedra
en medio del camino había una piedra.

Nunca me olvidaré de ese acontecimiento
en la vida de mis retinas tan fatigadas.
Nunca me olvidaré que en medio del camino
había una piedra
había una piedra en medio del camino
en medio del camino había una piedra.


El sobreviviente

Imposible componer un poema a esta altura de la evolución de la humanidad.
Imposible escribir un poema -ni siquiera una línea- de verdadera poesía.
El último trovador murió en 1914.
Tenía un nombre que nadie recuerda más.
Hay máquinas terriblemente complicadas para las necesidades más simples.
Si quieres fumar un cigarro aprieta un botón.
Los sacos se abotonan por electricidad.
El amor se hace por radio.
No es necesario el estómago para la digestión.

Un sabio declaró a "El Diario" que aún
falta mucho para que alcancemos un nivel
razonable de cultura. Pero hasta entonces,
felizmente, estaré muerto.

Los hombres no mejoraron
y se matan como piojos.
Los piojos heroicos renacen.
Inhabitable, el mundo está cada vez más habitado.
Y si los ojos reaprendieren a llorar sería un segundo diluvio.

(Me parece que escribí un poema).


Convite triste

Amigo mío, vamos a sufrir
vamos a beber, vamos a leer el diario,
vamos a decir que la vida es pésima,
amigo mío, vamos a sufrir.

Vamos a hacer un poema
o cualquier otra tontería.
Por ejemplo mirar una estrella
por mucho tiempo, mucho tiempo
y dar un hondo suspiro
o cualquier otra tontería.
Vamos a beber Whisky, vamos
a beber cerveza negra y barata
beber y gritar y morir,
o ¿quién sabe? tan sólo beber.

Vamos a insultar a la mujer
que está envenenando la vida
con sus ojos y sus manos
y el cuerpo que tiene dos senos
y también tiene un ombligo.
Amigo mío, vamos a insultar
el cuerpo y todo lo que es suyo
y que nunca será alma.

Amigo mío, vamos a cantar,
vamos a llorar despacito
y a escuchar mucha victrola,
después embriagados vamos
a beber otros secuestros
(la mirada obscena y la mano idiota)
después a vomitar y a caer
y dormir.


Procura de la poesía

No hagas versos sobre acontecimientos.
No hay creación ni muerte ante la poesía.
Frente a ella la vida es un solo estático,
no calienta ni ilumina.
Las afinidades, los aniversarios, los incidentes personales no cuentan.
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente, completo y confortable cuerpo, tan enemigo de la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu máscara de gozo o de dolor en lo oscuro
son indiferentes.
Ni me reveles tus sentimientos,
que se prevalecen del equívoco y tientan el largo viaje.
Lo que piensas o sientes, eso aún no es poesía.

No cantes a tu ciudad, déjala en paz.
El canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las casas.
No es la música oída de paso; rumor del mar en las calles junto a la línea de espuma.
El canto no es la naturaleza
ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nad significan.
La poesía (no extraigas poesía de las cosas)
elide sujeto y objeto.

No dramatices, no invoques,
no indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No te aborrezcas.
Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
vuestras mazurcas y supersticiones, vuestros esqueletos de familia,
desaparecen en la curva del tiempo, son inservibles.

No recompongas
tu sepultada y melancólica infancia.
No osciles entre el espejo y la
memoria en disipación.
Que se disipó, no era poesía.
Que se partió, cristal no era.

Penetra sordamente en el reino de las palabras.
Allá están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, mas no hay desesperación,
hay calma y frescura en la superficie intacta.
Helos allí solos y mudos, en estado de diccionario.
Convive con tus poemas, antes de escribirlos.
Ten paciencia, si oscuros. Calma, si te provocan.

Espera que cada uno se realice y consuma
con su poder de palabra
y su poder de silencio.
No fuerces al poema a desprenderse del limbo.
No recojas en el suelo el poema que se perdió.
No adules al poema. Acéptalo
como él aceptará su forma definitiva y concretada
en el espacio.

Acércate y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil faces secretas sobre la neutra faz
y te pregunta, sin interés por la respuesta,
pobre o terrible, que le des:
¿Trajiste la llave?

Repara:
yermas de melodía y de concepto,
ellas se refugian en la noche, las palabras.
Aún húmedas e impregnadas de sueño
rolan en un río difícil y se transforman en desprecio.

Todos los poemas son traducción de Manuel Graña Etcheverry. Revisada y aprobada por el autor. Editorial Losada. Buenos Aires, 1967.

Carlos Drummond de Andrade. Nació en Itabira (Estado de Minas de Gerais) en 1901. Considerado uno de los más importantes y originales poetas brasileños y latinoamericanos. Poeta de voz presente de América. Muere en el año 1987.

1 comentario:

Cocó Chanel dijo...

gracias por esto! visite mi blog y diga algo, amigo perdido, que jamas me escribe! un beso.