sábado, agosto 12, 2006

PERÚ: tres poetas, tres impulsos...

César Moro / Antonio Cisneros /
Mario Torres Molina
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César Moro

Renombre del amor

El amor dedica al amor
Los días sin lluvia
Y como corresponde los días bellos
Para el amor y sus preferencias
Al prestigio del más antiguo amor
A la lluvia de la palabra amor
Al único amor sin pesar sin dicha sin retorno
Al porvenir de los dementes
A los enterradores a los alegres compañeros de prisión
Al punzante al quemante recuerdo del tatuaje
A mi querida muerte
A quienes dudan todavía
A los tesoros de los ciegos
A las lágrimas
Al agua al viento al fuego al amor
A la esperanza de quien rompe su amor
Al tormento del fuego y del hielo
A los primeros hechos que señalarán la rebelión y la sangre
A las sábanas de los crímenes pasionales
A las hermosas sábanas de los suicidas
A la culata inesperadamente suave del revólver
A las partidas que soplan hasta el aire
A las desgarradoras mañanas de aquel a quien el amor rechaza
Al plomo de las balas
para quienes sigan indemnes mueran como perros envenenados
Al sufrir de los que despiertan
A las noches vacías
A mi vida perdida
A la pérdida sin pena sin retorno sin dicha de la vida
Para quienes aman y se encogen en su goce
Se alzan y lanzan las primeras maldiciones
Al huracán
A las mañanas más tristes que todo
Para mejor borrar mi nombre
Para sacudir el polvo y tornar en polvo
Para maldecir los instantes que se dicen felices
Para el reloj despertador cargado de pólvora
A las desnudas estatuas de la noche
Al mármol perdido
Por tener un lecho de mármol
Por carecer de tumba
A las señales de fuego del puñal
A los solos los únicos recuerdos sexuales
A la boca de piedra del amor
Al frío nocturno del agua
Para no comenzar de nuevo
Al más tierno amor

(Traducción del francés: Álvaro Mutis)
Fuente: Revista Amaru. Lima, marzo, 1969. Nº 9


Encuentro con César Moro
Después de cierta edad, muy escasa es la lectura que nos maravilla. Las coordenadas y abcisas de nuestras personales preferencias y necesidades van midiendo y ordenando nuestros encuentros con los libros y sus autores, cada uno de los cuales va cayendo en un casillero en donde le espera, seguramente, no poca compañía. Sin embargo, a veces, sucede el milagro. Tal fue para mí el encuentro con César Moro. Un "claro azar" y la generosa providencia de un amigo me pusieron el año pasado en contacto con las obras de Moro, sus tres tomos de poemas y su colección de ensayos. Aún persiste en mí el temblor interno de una inagotable maravilla.
La poesía de Moro, escrita en buena parte en lengua francesa, permanece ya definitivamente como uno de los verdaderos y perdurables aportes del surrealismo a la lírica de nuestro tiempo. Con ciertos poemas de Desnos, con la obra de Péret y algunos libros de Breton, los poemas de Moro permanecen para probar la indudable eficacia de una aventura no siempre todo lo limpia y definitiva que los citados poetas hubieran querido. No siendo su idioma propio, el francés de Moro tiene una densa riqueza sugerente a tiempo que una inquietante precisión que lo hace prácticamente intraducible.
La prosa de Moro es, sin duda, junto con la de Octavio Paz, el más lúcido instrumento de examen y crítica de que yo tenga noticia en nuestra América presente. Hay en ella una inflexibilidad, una severidad entusiasta y una ausencia total del menor compromiso que no sea con el rigor de una conciencia siempre a flor de piel, cosas muy raras, casi inencontrables en nuestro continente del alegre compadrazgo y del ferviente entusiasmo invertebrado. Sus páginas sobre Proust, sobre Bonnard, sobre su patria peruana tan conocida y sufrida por él, son un ejemplo inagotable cuya frecuentación debería ser obligatoria para todo escritor novel y, sobre todo, para todo crítico espontáneo y fugaz de los que tanto padecemos en nuestras tierras "de siete colores".
Como un homenaje a Moro y, de paso, al amigo que me hiciera posible su lectura, he intentando una versión, harto aproximada por cierto, de un poema suyo casi desconocido, que apareció en el número X de la revista Le Surréalisme au Service de la Revolution que publicaba Breton allá por los primeros años treinta y que tuvo muy efímera duración. Este poema es una muestra hermosísima de una poesía que, por su rigor y sus vastos dominios de sombra luminosa y transparente delirio, no tiene igual ni antecedente en la lírica de nuestra América.
Quiero insistir en el carácter puramente provisional y aproximativo de esta versión, de cuya ineficacia soy el primero en darme cuenta. Otros días vendrán, espero, cuando con mayor calma, intentemos tal vez con mejor suerte dar en español una versión más justa de esta poesía admirable.
Álvaro Mutis (1969).
Fuente: Revista Amaru. Lima, marzo, 1969. Nº 9

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Antonio Cisneros


Taberna

En las tinieblas los cuerpos envejecen
sin que nadie repare en el escándalo.

Un rostro amable y terso se confunde
con los belfos que van hacia la muerte.

Por eso somos hijos de la noche
a la puerta del templo. Un lamparín

es también el anuncio de reposo
para los cazadores extenuados.

Una taberna, por ejemplo, es en la noche
el frontispicio de las maravillas.

O al menos una luz en las colinas
donde rondan los perros salvajes.

Nadie teme a la muerte adormecido
en su mesa de palo y sin embargo

entre los altos vasos apacibles
se enfría el corazón con la insolencia

(y el encanto tal vez) de un tigre adulto
en la plaza del pueblo a pleno día.

Ninguna confidencia en verdad nos degüella.
Ni la risa recuerda a un jabalí

de pelambre dorada y fino precio.
El páncreas es un campo de ciruelas.

Los diablos apagan la linterna.
Aguardan (como suelen) donde cesa la luz.



Dos postales

1. Postales para Lima

Las caravanas ya volvieron de Egipto
y dan noticia
del borracho que busca un alka-seltzer
en las aguas revueltas,
del borracho
más solo que una higuera
en un campo de golf.



Anexo a "cuando el diablo me rondaba
anunciando tus rigores"

Hoy viernes, día de pescado en todas las mesas
honradas, me topé con un diablo en el jardín,
desnudo y arrugado (el mismo de la página 39 - verso
sexto - de Comentarios reales).
Mas ya no es su pelambre más larga que la mía ni su
olor más notable.
Y hablamos de este tiempo y los negocios del Reino del
Perú, sin una disonancia, coincidiendo
como una araña parada en un espejo.
No hay ni vuelta que darle, después de siete plagas y un
diluvio ciertas cosas tenían que cambiar.


Antonio Cisneros. Nace en Lima, Perú, en 1942. Poeta, periodista y traductor. Estudió Letras en la Universidad de San Marcos y la Universidad Católica. Dirigió la revista peruana El Caballo Rojo. Premio Nacional de Poesía 1965 y Premio Casa de las Américas de Poesía 1968.
Obra poética:
Destierro (Lima, 1961); David (Lima, 1962); Comentarios reales (Lima, 1964); Canto ceremonial contra un oso hormiguero (La Habana, 1968); Agua que no has de beber (Barcelona, 1971); Como higuera en un campo de golf (Lima, 1972); El libro de Dios y de los húngaros (Lima, 1978); Crónica del niño Jesús de Chilca (México, 1982); Monólogo de la casta Susana y otros poemas (Lima, 1986); Las inmensas preguntas celestes (Madrid, 1992).

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Mario Torres Molina


*

sé que esta noche no volverá
que me iré lejos
lleno de otros que soy

sé que jugaré con las nubes
tirado en la hierba, ya sin fe
pensaré, en si alguna vez abrí la puerta

sé que no terminé de decir, (pero
hay tantos otros que escriben tan bello
que me pregunto por mí y mis pobres versos)

sé de todas estas cosas
y casi, puedo renunciar a ellas.


**

nos llegó la hora de salir
de este cielo, de este libro

ir tras algún pasado

para tí que ya vives
detrás de tus rincones
y te ahogas en tu propia cabeza

girando en el mundo

a un lugar donde casi
no puedes tocarlo

ven, a ser una hoja que pinte el suelo
no ibamos a ser una historia?
pero, ahh! ves, ya pasó y así nos fuimos

son ese tipo de cosas las que persisten
de alguna manera se las acompañan
en la ventana de los días

mientras baja la niebla
en algún punto de estos / 120 grados de latitud sur


Mario Torres Molina. Nace en Cusco, Perú, en 1979. Estudió la primaria y la secundaria en el colegio San Juan Bautista de la Salle - Cusco. De 1997 al 2003 estudió La carrera de Analista de Computacion en la Universidad Nacional de la Plata. Después de unos meses en Lima volvió en el año 2006 a la Argentina, residiendo actualmente en la ciudad de Buenos Aires. Es poeta inédito.

3 comentarios:

Noctiluca dijo...

Grande Mario Torres MOlina che ª!!! Me encanta como escribe ese jovencito, tiene la frescura del instante y el instante puede ser la eternidad toda.

Los tres poetas peruanos, excelentes. Bravo Cayetano !!

Besos duplicados y aplicados !!!
Clara

Lidia Rocha dijo...

Un blog realmente bolivariano...
Y Torres Molina un hallazgo!
En Poesía en Bartolomeo fue MUY MUY aplaudido (el no lo dirá, pues es modesto)
Chapeau!, como dicen los franceses y tiran sombreros hacia el techo del teatro.
Lidia

Cocó Chanel dijo...

Hola Marito, te queremos!
Cai pe! como dicen los tonglinenses
jejejeje